Capítulo 59

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Dixon

Holly hablaba animadamente con Linda, esta última se recuperó de sus heridas, ella y el bebé estaban bien, para alivio de mi chica y mi consciencia. Aunque me pesara, debía admitir que era una buena amiga y quería mucho a Holly, ambas planeaban la despedida de soltera de mi prometida, la cual estaría supervisada por mí al cien por ciento, estaban locas si creían que permitiría a idiotas musculosos y semidesnudos bailando en tanga o peor aún, sin nada.

Los mataría.

Era capaz de amenazar a todos los malditos strippers de la ciudad para impedir que estuvieran presentes en la despedida. Ni en un millón de años pasaría, no con mi prometida.

—¿Y los strippers? —Miré a Linda, Holly se volvió hacia mí.

—Ni lo pienses, malditamente no —aseveré.

—Bebé...

—He dicho que no —espeté—, pueden ponerse a hornear pasteles o esas mierdas, qué sé yo.

—No seas aguafiestas, no es como si fuéramos a follar con ellos —intervino Linda.

—Oh, no, es que ni siquiera van a estar a un metro de distancia de mi mujer —decreté firme. No daría mi brazo a torcer, no con eso.

—Puede ser en tu club —sugirió Holly.

—No quiero tipos llenos de bolas en Phoenix, mucho menos para que te bailen. ¿Quieres un stripper? Aquí estoy yo —murmuré sin burla.

—Se trata de que no seas tú —masculló Linda.

—Métete en tus asuntos y deja de insistir o serás despedida como la dama de honor.

—Tú no puedes hacer eso —aseguró presumida.

—Holly pierde la cabeza cuando me tiene entre sus piernas —me encogí de hombros—, no te confíes.

—¡Dixon! —Se incorporó y se dirigió a mí, Linda seguía en reposo, si asistiría a nuestra boda, sería con muchos cuidados de por medio— Eso estaba de más.

—Entonces deja de insistir —la acorralé contra la puerta—, el único tipo semidesnudo que vas a ver en lo que te resta de vida, lo tienes frente a ti.

—¿Quieres decir que tú no vas a tener a mujeres semidesnudas bailándote?

—¿Para que quiero ver a un montón de mujerzuelas? La única que me importa ver desnuda, eres tú.

—No seas grosero, es un trabajo.

—Como sea —le resté importancia—, quiero irme ya.

Asintió y se disculpó un momento mientras iba al baño. Tuve que esperar en un silencio incómodo con Linda, quien no me quitaba los ojos de encima. Debo mencionar que la veía mejor, más bonita y menos plástica, se notaba enamorada del vendedor de cuarta, aun no asimilaba que tanto ella como yo, fuéramos a ser padres. Vaya vueltas de la vida.

Crueles instintos © [YA A LA VENTA EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora