Epílogo

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El capítulo es dedicado para todos los que se dieron un poco de su tiempo para leer las locuras que salen de mi mente. Gracias💜

 Gracias💜

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Dixon

Mi suegro sostenía a Molly mientras esperábamos a Holly.

Esta noche se inauguraba mi club, el mismo que puse a su nombre, pero eso no se lo diría. Quería que hoy disfrutara conmigo, la jodida cuarentena terminó y al fin podría follarla; por mí no había problema en poseerla así, sin embargo, a Holly si le importaba y no me quedó más que respetar su decisión. Ella me enseñó que no, es no.

—Si ella se siente mal, llora o lo que sea, llámeme de inmediato, de cualquier modo, tengo un pediatra a mi disposición y estará aquí en minutos.

—Molly estará bien, ustedes diviértanse, les hace falta.

—Gracias —mascullé entre dientes. Mi suegro sonrió, era una de las pocas veces que agradecía por algo, eso también lo aprendí de Holly: ser amable.

Mi atención la tuvo mi esposa cuando la escuché bajar los escalones.

¡Maldita sea, Holly!

Casi me da un puto paro al verla.

Debo mencionar que su cuerpo adquirió una figura diferente después del embarazo, me gustaba mucho, y aquel trozo de tela que se puso, pronunció aún más cada una de esas curvas que me volvían loco.

Lentamente me dirigí hacia ella, tomándola de la mano y ardiendo de celos por dentro.

—Me encanta verte las piernas y ese culo que anhelo follar de nuevo —siseé—, pero en privado, Holly. Ese puto vestido es corto, muy corto —agregué entre dientes.

—Lo sé, bebé, pero me gustó —dijo, dando la vuelta para mí, la tela plateada y suelta se osciló despacio, llevaba la espalda al descubierto y solo una fina cadena adherida a su cuello, esta sostenía todo.

—Y lo luces como la reina que eres, pero hoy no quiero matar a nadie.

—Soy tu esposa y me respetan, no seas tan gruñón.

Tallé el puente de mi nariz. Tendría que tener los ojos puestos sobre ella todo el tiempo. Me negaba a ordenarle como vestir, de verdad me esforzaba para no ponerle la ropa de anciana encima, el amor que le tenía me lo impedía. Holly era libre de hacer y ponerse lo que se le diera la gana, aunque eso destrozara mi estabilidad. 

—Bien. Vámonos.

Entrelacé nuestros dedos y nos despedimos de Molly quien se veía muy cómoda en los brazos de su abuelo. A veces me preocupaba que lo fuera a querer más a él que a mí. Joder.

Salimos de nuestra casa y abrí la puerta de mi Aston para Holly. En cuanto se sentó, la tela se elevó, mi lado celoso estallaba en caos, pero mi lado pervertido ansiaba verla montada en mi regazo con mi pene embistiéndola sin piedad.

Crueles instintos © [YA A LA VENTA EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora