Capítulo extra/2

826K 39.3K 57.2K
                                    

Gracias nuevos lectores, gracias a quienes están desde el inicio. Saben que estos capítulos son para ustedes💜

(Aquí les dejo una ilustración que mandé a hacer para mis bebés)

(Aquí les dejo una ilustración que mandé a hacer para mis bebés)

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Holly

Mis manos se movían a través del panqué, untaba el chocolate ante la mirada atenta de Molly.

Mi hija quería aprender a hornear el pastel para su papá.

Ella lo amaba de la misma forma que Dixon la amaba a ella, o tal vez un poco más. Tenían una conexión de la que no me sentía celosa, solo muy afortunada y también muy orgullosa de como el Diablo se demostró a sí mismo que podía amar, ser amado y ser el mejor padre.

Molly se convirtió en la estrella más brillante en el universo de Dixon.

—¿Puedo probar? —Averiguó en voz baja y melodiosa. Me miró tierna y fue inevitable no sonreír. Entendía a la perfección lo que Dixon dijo la otra noche sobre su mirada, cuando me veía así, no podía decirle que no.

—Solo un poco.

Le di a probar y sus ojos se cerraron, a la vez que sonreía y unos hoyuelos adornaban sus mejillas. La satisfacción fue notoria. A ella también le fascinaba el pastel; seguramente mi madre habría sido feliz acompañándonos, compartiendo estos momentos con nosotras. Aunque no lo mencionara a menudo, de verdad me hacia falta.

—Sabe muy rico, mami.

Una sonrisa sincera adornó mi rostro, cuando me llamaba mami, mi corazón se regocijaba de amor. Toqué la punta de su nariz con mi dedo. Rio alegre.

—¿Cuándo llegará papi? —Preguntó.

—A la misma hora, cielo, así que aún nos queda tiempo para su fiesta sorpresa —murmuré cómplice. Dio palmadas con las manos, emocionada por lo que haríamos.

Hoy era quince de noviembre, cumpleaños de Dixon, otro más que pasábamos juntos y el primero que me dejaría festejarle, aunque prácticamente él no sabía que le festejaríamos, de eso se trataba su fiesta sorpresa. Los años anteriores me hizo adoptar roles muy sexys en esa habitación del Phoenix donde me dediqué a complacerlo y hacerlo más feliz. Después pasamos un día en familia, dentro de nuestro hogar, con Molly, comida y la TV. No podía decir que no lo disfruté, pero quería darle este obsequio.

Dixon nunca tuvo una fiesta de cumpleaños.

—¿Dónde está mi niña consentida? —Oí la voz de mi padre, volviendo a la realidad.

—¡Abuelo! —Chilló Molly.

Bajé a mi hija de la encimera y enseguida corrió a los brazos de mi padre. Él la sostuvo y la llenó de besos, alborotándole los risos castaños. Mi hija lo rodeó del cuello y no lo soltó. Ellos se amaban demasiado y papá no paraba de consentirla tanto como Dixon.

Crueles instintos © [YA A LA VENTA EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora