Capítulo 5

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Como hubo muchísimos comentarios en el anterior capítulo, les traje este pronto. Chicas, muchas gracias por leerme y comentar tanto, me motivan bastante🥺❤️

Dixon

Me encontraba en el Phoenix, mi club, el que me dejaba mayores ingresos y el más exclusivo de la ciudad. Una propiedad de tres pisos, lo necesariamente amplia, con lo mejor dentro de ella. Todos querían estar aquí, pero no cualquiera ingresaba.

Sostenía un vaso de ron en mi mano, a mi alrededor había mujeres, música, luces y mis hombres cuidándome las espaldas como siempre. Esperaba a un socio, alguien a quien necesitaba para lavar mi dinero sucio, este seguía llegando en grandes cantidades, me veía forzado a buscar nuevas "lavanderías" y tuve como objetivo la empresa de un ciudadano adinerado, inteligente, un hombre de edad lo suficientemente consciente de lo que vendría a hacer a este lugar.

—Señor Russo, el hombre ha llegado —anunció una mujer cerca de mi oído.

Con un gesto de mi mano le indiqué que lo trajera ante mí. Me hallaba en el último piso, muy pocas personas estaban acompañándome, se les dificultaba llegar hasta acá, no me podía dar el lujo de rodearme con cualquiera.

Momentos después la misma mujer volvió con el hombre que esperaba. No me puse de pie, él no hizo ademán de saludarme, se veía molesto e incómodo, dejaba entrever que no quería estar aquí. Lastima para él que me importaran una mierda sus necesidades. No quise reunirnos en mi oficina, aun seguía pensando en mi momento con Bridger y lo jodido que me dejó.

—Señor Russo, ¿a qué debo su... agradable invitación? —Inquirió con todo el sarcasmo del mundo. Reí y di un trago a mi bebida, acaricié el sabor en mi lengua.

—Nada más que negocios, señor Davis —mascullé.

—Usted y yo no tenemos mucho en común.

—Por supuesto que no —coincidí—, pero sí reúne los requisitos para uno de mis negocios.

Tragó saliva. Dos de mis hombres se posicionaron detrás de él; evitó mirarlos y siguió centrando su atención en mí. Se sentía acorralado y eso que aun no comenzaba con las amenazas.

—No entiendo de lo que habla —susurró. Podía escucharlo perfectamente, incluso ante la música.

Relamí mis labios y me incliné hacia al frente.

—Su empresa va a lavar mi dinero sucio, señor Davis —dije sin tapujos. Su expresión no fue de sorpresa, se esperaba algo como esto.

—Jamás metería mi patrimonio en la corrupción que usted maneja —espetó tajante.

Sonreí y me recliné de nuevo sobre el sofá. Estiré los brazos por encima del respaldo.

—No era una pregunta —detallé—, lo hará a partir de la próxima semana, ¿cómo? Ese su problema, pero mi dinero saldrá limpio de su empresa.

—¡Usted no puede obligarme! —Se alteró.

—Sabe que sí puedo —recordé con tranquilidad mientras encendía un cigarrillo—, si se niega, habrá consecuencias que no le gustarán.

—¿Me está amenazando?

—Señor Davis, yo no amenazo, actúo. —Solté el humo y este se ciñó al ambiente.

Se puso de pie, realmente furioso, creí que en cualquier momento le daría un infarto y entonces tendría que buscar a otro idiota para el trabajo.

—Es usted un delincuente ruin y detestable —rodé los ojos—, no es dueño de esta ciudad, que le quede claro.

Reí. Claro que era dueño de esta ciudad, yo la controlaba, yo decidía y pasaba por encima de cualquiera.

Crueles instintos © [YA A LA VENTA EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora