Capítulo 54

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Holly

Dixon llevaba varios días fuera de casa. No había noticias de Dexter, ni del matrimonio Robledo. Al parecer, a su única hija la mantenían secuestrada en su propia casa sin que hubiese oportunidad de poder ingresar por ella, no sin ponerla en peligro de muerte.

Me daba tanto pesar imaginar a la joven en manos de narcotraficantes; Dixon era uno de ellos, mas no secuestraba, por supuesto, no buscaba excusarlo, realmente jamás podría hacerlo, pero él ante mis ojos, no era malo.
Mi pobre bebé se oía desesperado cada vez que me llamaba, lo cual hacía en intervalos de una hora; por un lado tenía a su hermano desaparecido y por otro a su prometida embarazada, la cual ya no corría ningún peligro, pero hablábamos de Dixon. Era tan sobreprotector, que resultaba imposible pedirle calma.

Taylor quedó a mi cuidado, había más gente a nuestro alrededor, mas no cerca. Vigilaban el edificio y a quienes ingresaban. Yo no asomaba las narices al exterior, nada que no fuera mi ida al súper y ya; lo menos que quería era darle más preocupaciones a Dixon, así que me encargaba de salir solo lo necesario para no volverme loca y no ponerlo paranoico.

Mi padre venía a visitarme cada mañana y tarde, su compañía me ayudaba a no sentirme sola; también trabajaba desde aquí, evitaba que se acumulara el trabajo de Dixon. Necesitábamos más manos, pero era tan terco, no quería a nadie más en nuestro piso, solo seríamos nosotros dos, así lo sentenció y no hubo manera de poder hacerlo cambiar de opinión.

—¿Saldrá? —Indagó Taylor. Cogí mi bolso y acaricié una vez más a Theo.

—Sí, mis paseos al súper —suspiré—, mis favoritos.

Él sonrió, entendió mi sarcasmo. En silencio me acompañó hasta el ascensor y de ahí partí sola. Miré los números avanzar y cuando al fin las puertas se abrieron, me llevé una sorpresa al ver el rostro de Linda detrás de ellas.

—¡Holly! Apenas subía a buscarte.

Salí del ascensor y la abracé fuerte. A veces no asimilaba que ambas termináramos siendo mejores amigas. Era tan leal y divertida, buena consejera y buena compañía.

—¿Qué te trae por aquí? Creí que estabas de viaje con Dante.

Sus ojos se iluminaron cuando mencioné a mi amigo y su ahora novio. Vaya cosas del destino.

—Sí, pero tuve que volver por cuestiones de trabajo, solo estaré unas horas y me devuelvo con mi vendedor de bienes raíces —dijo entre suspiros.

—Te hace feliz —afirmé mientras caminábamos en dirección al súper.

—Él me adora, Holly, no es un multimillonario con un gran pene —me sonrojé un poco—, pero me hace sentir valorada, ¿sabes? Me da cumplidos, no de mi apariencia... sino de mi inteligencia, mi capacidad, mi persona.

—Me siento muy feliz por ti y por él, ambos son grandes personas —la tomé de la mano—, merecen estar juntos.

—Él... quiere ser padre —confesó y estaba ruborizada—, y quiere que yo sea la madre.

Las dos reímos por la manera en que lo dijo. Entramos al súper y comencé a echar las cosas que ocupaba en una canastilla. El trayecto se hizo menos tardío con ella.

—¿Tan rápido? —Pregunté sin mala intención. Me guiñó un ojo.

—Digamos que quiero hacerte competencia, quien sabe, quizá mi bebé termina casándose con el tuyo. —Volví a reír.

—Espero que mi bebé sea el niño, Dixon es un celoso extremo. Aunque tengo el presentimiento que será lo mismo sea niño o niña.

—He conocido peores, créeme, pero tienes razón, el idiota es muy celoso contigo. ¿Cómo lo aguantas?

Crueles instintos © [YA A LA VENTA EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora