Capítulo 64

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Otro capítulo cortito, muchas gracias por leerme y haber comentado, estuve leyéndolos, amo sus ocurrencias, de verdad les agradezco su apoyo💜

Dixon

Dexter no dejaba de mirarme. Sus estúpidos ojos sosos me evaluaban y exigían una explicación. El hijo de perra, porque sí, era un hijo de perra, estuvo en la ciudad apenas puse un pie en ella. Jodido dolor de culo.

No quería hablarle sobre lo que pasó con nuestros padres, aún lo procesaba, mejor dicho, estaba esforzándome por olvidarlo porque me jodía la cabeza, a veces ni siquiera dormía a causa del fantasma de esa mujer, me torturaba y se burlaba, la odiaba con todas mis fuerzas. Me reprochaba por haberla asesinado tan fácil, debí hacerla sufrir, cobrarle uno a uno sus desplantes y el daño que ocasionó en mí, por haberme dado una infancia infeliz donde no dejaba de sentirme culpable porque ella no me quería.

—¿Por qué no vuelves a esa isla y sigues follándote a la hija de ese narco? Aunque parece que extrañas mis insultos. Imbécil masoquista.

—No estés a la defensiva despotricando contra mí —me señaló severo—, ¿qué sucedió con nuestros padres, Dixon? —Chasqueé la lengua.

—Los maté, ¿feliz? —Escupí con desdén— Los mandé juntitos al otro mundo.

Se quedó callado. No era algo que no esperaba, por supuesto, él ya lo deducía.

—¿Por qué? ¿Qué fue tan grave para que llegaras a esa decisión sin siquiera tomarme en cuenta?

—¿Y por qué lo haría? Tu opinión me iba a importar un reverendo culo.

Se pasó las manos por el cabello, lo llevaba más largo. Tiró un poco de él, exasperado. Me dio lo mismo, él sabía como era y aquí estaba, yo no lo tenía a la fuerza.

—Eran mis padres —siseó.

—Oh, créeme, no te los peleo, hubiera sido feliz sin ellos en mi vida, no sé por qué no se me ocurrió eso antes.

—¿Qué?

—Matarlos. Sus muertes me hicieron feliz, hasta se respira un aire diferente en la ciudad, ¿no lo notas?

Estrelló su puño en mi escritorio, no me intimidó en lo absoluto. Incliné el cuerpo hacia al frente y determiné su mirada.

—Vuelves a golpear mi escritorio y te corto la mano —amenacé.

—Déjate de estupideces y habla de una vez que mi paciencia se está agotando.

—¿Y qué si lo hace? ¿Qué me harás? ¿Golpearme? —Reí seguro de mí mismo— Suerte con eso.

Cogió su móvil y lo llevó a su oído sin quitarme los ojos de encima, recargué la espalda en el respaldo y esperé lo que sea que estuviera haciendo.

—Holly, ¿puedes venir a la oficina de Dixon por favor?

Terminó la llamada y enseguida me incorporé de la silla. No había alcanzado al imbécil de Dexter, cuando Holly entró a mi oficina con su barriga de seis meses de embarazo. Hice un paréntesis mientras la veía aproximarse a nosotros, mi esposa lucía radiante, preciosa, aunque esas palabras sosas eran tan insignificantes para describirla. Holly era única. El embarazo le sentaba perfecto y yo amaba su estomago redondo y sus pies hinchados, también sus antojos y esas hormonas que la hacían pedirme sexo cada dos horas.

Joder. Le daba duro todos los días.

Bueno, no tan duro, Molly no lo permitía del todo.

—Pareces un niñato que mandó traer a su mami —espeté.

Crueles instintos © [YA A LA VENTA EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora