Capítulo 27

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Perdón la hora, siempre que hago planes no me salen😩 disfruten💜

Holly

Amaba la cocina de mi suegra.

Suegra. Sonreí. Qué raro se oía llamarla así en mi mente, pero debía acostumbrarme. La última semana todos en esta mansión se comportaron de lo mejor conmigo, incluido Dixon, quien puedo decir, fue el mejor. Luego de lo ocurrido con papá, se ocupó de no dejarme tiempo para deprimirme, sus modos me gustaban bastante: besos apasionados, caricias ardientes, orgasmos alucinantes.

Dixon hacía maravillas con sus dedos.

Fuera de lo sexual, me trajo trabajo a casa, aun no me quería en la oficina, al parecer las cosas seguían tensas allá afuera y bien, podía esperar, lo único que me preocupaba era verlo salir sin tener la certeza de si iba a volver o me llamarían para avisarme que algo le ocurrió. Intentaba no pensar mucho en esas posibilidades y en convencerme de que él estaba a salvo siempre.

Sobre papá, estuve llamándolo todos los días, le llené el buzón de mensajes, traté de contactarlo a como diera lugar, hasta llamé a sus amigos, quienes me dieron razón de él, haciéndome saber que se hallaba bien.

Papá estaba bien, solo no quería hablar conmigo y tal vez ni verme.

Tenía pensado darle un poco más de tiempo y luego ir a buscarlo. Para nada me emocionaba volver a ese sitio, pero por él lo haría, debía arreglar las cosas sí o sí.

—Es raro ver a una mujer de la familia en la cocina —arrastró las palabras Dexter.

Me volví hacia él, traía el saco en la mano, la camisa arrugada con manchas de sangre en ella, a metros de distancia se veía que estaba ebrio, sin embargo, al acercarse más, noté lo vidrioso de sus ojos. Lamentablemente años atrás me encontré relacionada con personas que se drogaban y lograba percatarme cuando alguien se hallaba bajo los influjos de esas porquerías nocivas y Dexter lo estaba.

¿Desde cuándo se drogaba? Jamás lo vi así antes. Había tanto dolor y rencor en sus ojos, comprendí cuan afectado seguía. Podía reír, aparentar, mostrarse inmutable ante los demás, pero el dolor lo consumía y seguiría haciéndolo si alguien no lo ayudaba a ver que él mismo era su salvación... o tal vez ni siquiera quería salvarse. Contemplar esa idea dolió, le tenía aprecio, era un hombre increíble que no escapó de lo corrupto de este ambiente por más que se esforzó.

—A Dixon le gusta el pastel —informé cauta, se postró a mi lado, sus dedos ejercieron presión en el borde, traía los nudillos rotos. Tiró el saco sin darle importancia.

—Ese bastardo —comentó burlón—, qué suerte tiene, es un hijo de puta y, ¿qué hace la vida? —Me miró, señalándome con ambas manos— Lo premia contigo.

—No diría que soy un premio, le he dado dolores de cabeza. —Sonrió mezquino.

—Jamás maté a nadie, fui buen hijo, hermano, novio... —Talló su nariz con la palma y descubrí el polvo blanco en ella—, y me quitaron a mi mujer y a mi hijo no nacido —rio sin gracia—, en la vida debes ser un cabrón como Dixon para ser feliz.

—Nadie asegura que yo no tenga el mismo destino, Dexter, son consecuencias que nosotras aceptamos.

Sus manos sujetaron con fuerza mis brazos, la desesperación anclada a sus orbes. Me sentí tan triste al verlo así, no se merecía esto.

—Debí llevármela, ¡¿por qué no lo hice?! —Exclamó, haciéndome daño, pero fui incapaz de luchar, la droga te nublaba la razón.

—De nada sirve que te reproches por un pasado que no podrás cambiar, Dexter, ella ya descansa en paz.

Crueles instintos © [YA A LA VENTA EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora