• 𝙿𝙲𝙿 •

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🐽[PCP]🐽

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A Alastor le gustaba el licor y podía declararse culpable de beber un whisky cada cierto tiempo. No era algo frecuente. No le gustaba perder el control jamás, por lo que era muy cuidadoso con lo que consumía.

Debido a esto, su última resaca fue en su vida humana. Su máximo eran tres whiskys, pero no bebía más de dos para evitar riesgos.

Si esto era con el licor, una droga de bajo nivel y de acceso común, con los alucinógenos era más serio el asunto: solo una vez había probado droga en su vida y ni siquiera recordaba qué era ni cómo la había conseguido (o consumido), lo que sí tenía muy presente era que no fue una experiencia agradable y mucho menos los efectos secundarios.

Además, detestaba la actitud que tomaban los drogadictos y ebrios cuando perdían todo razonamiento. Era humillante, estúpido y ridículo. Sí, algunos le causaban gracia por las incoherencias que hacían y decían, pero la mayoría eran simplemente imbéciles.

Por tanto, las drogas no eran algo que le llamara la atención. Al menos no hasta ese momento.

Alastor sabía que Angel tenía muchos problemas, entre ellos, su adicción, y aunque entendía que podría haber innumerables motivos, factores, sujetos que lo empujaron a esas decisiones, aún estaba la pregunta:

¿Por qué? ¿Qué tenía de bueno perder total conciencia y dignidad, ceder a sus instintos más básicos con tal de un momento? ¿Realmente a Angel le gustaba eso?

Por desgracia, la curiosidad era de sus peores defectos.

Y ahí estaba él, aferrándose a la barra, esperando a que las sacudidas en su cuerpo cesaran. Era una cantidad pequeña, aun así, su sistema no lo estaba digiriendo bien, a diferencia de Angel, quien acababa de inhalar una cantidad preocupante de polvo blanco y tras unos breves espasmos, se recompuso como si nada. No solo eso, empezó a gritarle al bartender para pedirle otro trago.

¿Qué tan seguido se intoxicaba el actor? No quiso saberlo, estaba distraído por las pulsaciones de la música vibrando desde su tórax, lo que le hacía sentir como una radio viviente a punto de explotar.

Oh, demonios. Ya estaban comenzando los razonamientos ilógicos, ¡por supuesto que él no era una radio! ¡Las radios no tenían vida consciente! Él era el Demonio Radio, que no es lo mismo y...

Cajaro, ya estaba desvariando.

Movió su cabeza de lado a lado y cubrió sus orejas, sintiendo que la realidad lo apartaba a otra dimensión a través de oleajes invisibles, como si de pronto estuviera sumergido en lo profundo del océano mientras las siluetas oscuras serpenteaban por sus piernas, su vientre y sus codos.

Gritos, llantos, reclamos y su piel ardiendo era todo lo que percibía. Apretó sus párpados, confundido, abrumado, esperando a que las reminiscencias de sus víctimas dejaran de aglomerarse a su alrededor, de sujetarle, de asirse a sus miembros como si quisieran arrancárselos, de colgarse de su piel.

—Oh... un mal viaje, cariño...

Alcanzó a distinguir entre la música, el retumbar de las bocinas en su interior y los latidos de su corazón. De pronto una mano tomó la suya, captando su atención. Abrió los ojos y las sombras se quebraron como porcelana, cayendo en piezas que se desvanecían en cenizas y dando paso a una imagen más nítida: Angel frente él, sonriéndole bajo las luces neón.

»Tranquilo.

Le dijo mientras se mecía de lado a lado, quizá al son del ambiente, aunque no comprendía qué clase de «ritmo» podía tener esa estridencia, ya que no era de su época ni de su agrado.

•|| 𝐏𝐫𝐢𝐬𝐦𝐚 ||• [𝚁𝚊𝚍𝚒𝚘𝚍𝚞𝚜𝚝]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora