• 𝙰𝚌𝚌𝚎𝚍𝚎𝚛 •

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18

[Acceder]

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Angel volteó impactado reconociendo su cama, sus paredes, sus juguetes, su armario, su espejo... en pocas palabras, su habitación y volvió a Alastor, a quien no había soltado.

—¡Wow! ¡Sí que haces magia! —exclamó emocionado, luego sacudió su cabeza calmándose—, ¡Digo! —se corrigió, controlando la expresión en su cara—, Ya veo por qué te gusta tanto entrar sin avisar.

Alastor no se perdió ni un detalle de su reacción. Se veía tan impresionado por algo tan simple, sin embargo actuó como si no lo hubiera notado (aunque le divertía lo sencillo de asombrar que podía ser Angel).

—Puede que sea eso, dulzura. —cedió con su cantarina y estática voz—. Es tarde, así que procedo a retirarme.

Avisó antes de soltar con cuidado sus manos. Sin embargo, cuando iba a voltear, el actor volvió a sujetarle de los hombros.

—Al, espera.

Se observaron y Angel se congeló, como si se estuviera arrepintiendo de lo que iba a decir. Luego miró su pecho y señaló la prenda que le había prestado.

—Tu abrigo.

Le recordó comenzando a desabotonarlo con sus manos inferiores (porque las otras seguían ancladas en los hombros de Alastor). Los dedos del demonio ciervo le detuvieron, captando su atención.

—No lo necesito. Puedes quedártelo.

—¿Estás seguro? —cuestionó dudoso, el otro asintió.

—Claro, es ridículo, ¿no lo ves? Yo nunca usaría eso. —contestó con una mueca. Angel miró el abrigo: era blanco, esponjoso, suave y muy calientito, algo que si lo pensaba bien, no combinaba con el estilo de Alastor.

—Gracias, Al... —dijo en un tono incómodo, ¿lo había insultado de nuevo o estaba siendo amable al regalarle la prenda?

—Bueno, si eso es todo...

—¡Espera!

Volvió a apretarle los hombros, manteniéndolo en su lugar. El Demonio Radio estudió al actor, preguntándose por qué tanta insistencia.

—Sí quiero.

En silencio, el ciervo alzó una ceja. Angel suspiró nervioso.

—Sí quiero el trato.

Oh.

OH.

No sabía qué había hecho que cambiara de un rotundo «... no soy tan estúpido como para creerte» a un absoluto , pero no perdería la oportunidad.

¿O sí?

Esta vez fue su turno de preguntar:

—¿Estás seguro?

Angel repasó en su mente sus propias palabras.

«No te temo, pero tu oferta es muy tentadora y no soy tan estúpido como para creerte».

No podía creer que las había dicho esa mañana. ¿Cómo cambiaron tanto las cosas en solo unas horas?

Tal vez sí era muy estúpido.

Finalmente, la araña respondió con un tímido cabeceo.

Bueno, Alastor lo intentó. No con mucho esfuerzo, pero se hizo lo que se pudo.

•|| 𝐏𝐫𝐢𝐬𝐦𝐚 ||• [𝚁𝚊𝚍𝚒𝚘𝚍𝚞𝚜𝚝]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora