•|| 𝐏𝐫𝐢𝐬𝐦𝐚 ||• [𝚁𝚊𝚍𝚒𝚘𝚍𝚞𝚜𝚝]

• 𝙰 𝚖𝚎𝚍𝚒𝚊𝚜 •

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💎 [A medias] 💎
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Después de la "bromita" de Alastor (que a Angel seguía sin darle risa), Charlie los dirigió al estudio donde había puesto el material, y fue apenas ahí cuando ambos comprendieron por qué la sala había estado cerrada los últimos dos meses: no solo estaba repleta de baratijas y muebles trucados, sino que además había utensilios peligrosos con los que seguramente Angel jugaría si no le vigilaban.

—Woow... —suspiró el actor impresionado, luego llevó sus manos inferiores a su cadera, cruzó una sobre su pecho y colocó la última en su barbillla—. Parece un calabozo bdsm*.

Alastor no disimuló la confusión y horror en su rostro al verle. Como si con eso regañara a Angel y le forzara a sentirse avergonzado por decir tal estupidez, sin embargo, o no le llegó el mensaje o no le importaba a la araña.

—Oh no, no, nada como eso, Angel. —negó Charlie apresurada y apenada—, Esto es lo que encontré que podría servirles para sus actos de magia.

—Oye, y si tienes esta sala, ¿no la podría usar también para ensayar mis bailes? —cuestionó curioso. Era muy espacioso y sin duda podrían instalar un tubo, así no tendría que ir al estudio para repasar sus rutinas.

—Claro que sí, solo tendrías que organizarte con Alastor para no interferir en las prácticas del otro.

—Bien —coincidió el demonio ciervo antes de dirigirse al actor y decirle—: No puedes ensayar aquí.

—¡Oye! —se quejó, sin embargo, Charlie no parecía oírle.

—De acuerdo, los dejaré solos, ¡suerte! —se despidió antes de salir cerrando la puerta.

Alastor no perdió el tiempo. Paseó entre los artefactos con gran curiosidad. Algunos eran de su época, unos más antiguos y otros más modernos. Era como un museo en el que no podía decidir con qué empezar. Finalmente, hizo un gesto con la mano al demonio sin mirarlo y le llamó.

—Angel, ven aquí.

El nombrado se acercó sin problema hasta llegar a lo que el pelirrojo estaba sacando: una caja grande con rueditas. El demonio ciervo jaló el mueble por unos metros y levantó la tapa. Le recordaba a las carcasas donde se guardaban las guitarras, solo que mucho más grande. Ahora que lo pensaba mejor, parecía un ataúd.

Sonriente, Alastor volteó hacia él e indicó con su cabeza a la caja.

—Entra.

Ofendido, Angel miró al otro.

—¿Estás loco? No.

—No te haré daño, tranquilo.

—Nah-ah, vas a dejarme ahí y no quiero.

—¿Cómo planeas que ensayemos si te niegas a cooperar?

Angel frunció su entrecejo, cruzó sus cuatro brazos y miró a Alastor con un puchero en sus labios. Sin embargo, tenía razón (o algo así), por lo que suspiró cansino y se acostó dentro de la caja, percatándose de que al final había dos agujeros para sacar sus piernas, y del lado contrario, uno para sacar su cabeza. No obstante, para los brazos solo había un enorme cinturón que rodearía su pecho y eso no le agradó.