•|| 𝐏𝐫𝐢𝐬𝐦𝐚 ||• [𝚁𝚊𝚍𝚒𝚘𝚍𝚞𝚜𝚝]

• 𝚁𝚎𝚙𝚞𝚝𝚊𝚌𝚒𝚘𝚗 •

20

[Reputación]
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En los tres meses que tenía viviendo en el hotel, solo una vez había caminado al lado de Alastor. Una sola vez y de noche.

No obstante, de día era mucho más... extraño: La gente actuaba con normalidad hasta que reconocían a Alastor y corrían lo más lejos posible, algunos hasta gritaban, chocaban o se escondían en algún callejón. Nada de eso ocurría cuando Angel caminaba solo al trabajo. En un día normal, los demonios caminarían tranquilos a su alrededor, quizá alguno le dirigiría la mirada o incluso trataría de tocarle, pero nada más. Nadie reaccionaba con ese pavor ni huía como si su vida dependiera de ello.

¡Eran dos situaciones completamente distintas! Sin embargo, lo más loco era que Alastor parecía divertirse. Disfrutaba de la conmoción que su presencia causaba y ni siquiera se molestaba en esconderlo por completo.

¿En qué se había metido Angel? Si tantos demonios (incluso los más grandes y musculosos) corrían de esa manera, ¿qué tan peligroso era Alastor en verdad? Vio de reojo a su acompañante y respingó cuando éste dirigió sus irises hacia él, casi leyendo su mente.

Oh, cielos.

Cuando menos se lo esperaba, llegaron a la entrada de Porn Studios. El actor giró para quedar frente a frente y miró al Demonio Radio, quien ahora parecía divertirse de su expresión.

Carajo, se dio cuenta.

La araña se aclaró la garganta, irguiéndose, como si eso fuera a esconder que por un momento (solo un minúsculo segundito) sintió miedo.

—Gracias por acompañarme. —Alastor aumentó su sonrisa antes de tomar una de sus muñecas.

—Un placer, mon drôle ami.* —comentó depositando un beso en el dorso de su mano.

Angel se tensó pero no dijo nada, solo se quedó pasmado viendo cómo el demonio ciervo le soltaba y escondía sus brazos detrás de la espalda, mordiéndose el labio. Angel jadeó indignado al darse cuenta: se estaba riendo de él. Lo había hecho a propósito para burlarse de su cara. ¡Y ni siquiera estaba disimulando!

Pero dos podían jugar a eso.

Así que sonrió, con ambas manos lo tomó del rojo saco y posó sus labios en la pura orillita de la boca, apenas rozándolo. Al instante un agudo y fuerte pitido de interferencia resonó en toda la calle, las ventanas estallaron, los focos colapsaron, las alarmas de los autos se activaron y los pocos demonios que no se habían percatado de ellos, voltearon impactados a observarlos.

El contacto no duró más de dos segundos y sin embargo, el sonido (que por cierto, duró siete) le obligó a separarse para cubrir sus canales auditivos*.

Cuando por fin terminó la agonía auditiva, Angel vio a su alrededor, como si con eso fuera a asegurarse de que no volviera. Después miró a Alastor, quien estaba pálido con una forzada sonrisa (que más bien parecía una mueca).

Angel cruzó sus brazos con una sensación victoriosa y mostró los dientes antes de comentar:

—Me prende tanto que hables en francés.

Y con eso Alastor pareció volver a la realidad. Se acomodó el saco ligeramente y entrecerró los ojos soportando los inmensos deseos de retorcerle el cuello al actor (y que incrementaban a cada segundo).

—Te veo más tarde.

Fue todo lo que dijo antes de desaparecer entre las sombras.

Punto para Angel.