• 𝙼𝚊𝚗𝚘𝚜 𝚢 𝚏𝚛𝚎𝚜𝚊𝚜 •

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🐽[Manos y fresas]🐽

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No supo en qué momento se durmió, sin embargo, vio el reloj y decidió que era momento de irse.

Volteó al demonio, quien aun dormía sosteniendo su mano y sintió ternura. No quería despertarlo, pero no creía que le agradara quedarse solo y durmiendo, así que tocó su hombro.

—Al, despierta.

El ciervo arrugó la frente y escondió más la mano de la araña bajo su mejilla, negándose a soltarla.

»Oye, no voy a arrancármela solo para que duermas. —advirtió.

Alastor sonrió y balbuceó algo en francés que el actor no comprendió.

»Huh, lo mismo para ti. —contestó.

Entonces tuvo una idea. Se inclinó hasta quedar a escasos centímetros de él y sopló en una de sus orejas, viendo cómo ésta se sacudía. Rio y volvió a soplar.

La tercera vez recibió un manotazo en la cara que al parecer, fue a propósito, porque lo había despertado.

—¿Se puede saber qué estás haciendo? —cuestionó con voz rasposa.

Angel trató de no centrarse en lo bien que sonaba.

—Ahm, ¿despertarte? —respondió dudoso, imitándolo—, Tengo cosas que hacer, ¿podrías soltarme?

El pelirrojo miró a lo que se refería e hizo caso antes de sentarse, percatándose de que el italiano seguía ahí. ¿Se había quedado toda la noche con él? ¿Qué hora era? Se rascó los ojos, bostezando.

Y Angel no pudo evitar pensar en que se veía adorable. Sacudió su cabeza antes de incorporarse.

—¿Ya te vas? —preguntó el pelirrojo, captando su atención.

—Eh... sí.

—¿No quieres desayunar?

Angel se cruzó de brazos, regañándose en silencio por pensar en cosas inapropiadas (porque no, Alastor no le estaba preguntando si quería probar su... En fin, no le estaba haciendo ninguna propuesta sexual).

Fuera de eso, acababan de despertar y comprendía que estaría muy cansado como para cocinar.

—Puedo comer con los chicos, tal vez ya están terminando de...

Antes de finalizar la frase, el pelirrojo había chasqueado los dedos y aparecido una bandeja llena de comida. La araña sonrió alzando una ceja, dando a entender que lo había convencido. El ciervo le contestó con otra sonrisa, como si dijera «eso pensé».

Desde que habían pactado su acuerdo, Alastor le sorprendía cada mañana con un desayuno distinto, se sentaba cerca y conversaba mientras lo veía comer o le preguntaba sobre su familia. A veces probaba un poco, pero no más que eso.

Sin embargo, hoy estaban los dos sentados en la cama, juntos y compartiendo el almuerzo.

Era extrañamente emocionante para Angel. Como si fueran cercanos.

Y claro, Alastor, al ser tan sociable, no omitió su lado platicador mientras le servía café y Angel le observaba con fascinación. En medio de la charla, el caníbal recordó algo.

—¿Sabes en qué momento perdí los guantes?

El exmafioso unió sus cejas, meditando. La tarde pasada todavía los tenía puestos pero no pudo definir cuándo ocurrió, así que negó, percatándose de que Alastor  todavía no los reemplazaba.

•|| 𝐏𝐫𝐢𝐬𝐦𝐚 ||• [𝚁𝚊𝚍𝚒𝚘𝚍𝚞𝚜𝚝]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora