•• 𝙷𝚞𝚖𝚘 ••

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09

[Humo]

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Valentino mandaba a llamar a Angel para muchas cosas y podían ser malas noticias, terribles noticias o no tan malas noticias. En esta ocasión, sabía a qué iba y eso no lo tenía ni un poco tranquilo.

Llegó a la puerta, suspiró y tocó antes de entrar. Valentino estaba sentado detrás de su escritorio, levantó su cara y sonrió con malicia dejando salir el humo rojo entre sus dientes.

Angel Cakes, mi pastelito, ¡no sabes cuánto te extrañé! —canturreó burlón extendiendo sus manos con una invitación (orden) a sentarse en su regazo.

La araña no le hizo esperar. Cerró la puerta con cuidado, caminó lento y se trepó en sus piernas. En cuanto estuvo sentado, las caricias comenzaron por su cabello, sus hombros y muslos, provocándole escalofríos, no solo por el tacto en su sensible cuerpo, sino por lo que podría hacer a continuación, si estaría molesto (que era lo más probable) o si solo le usaría.

El otro chasqueó ligeramente la lengua haciendo un constante «tic, tic, tic, tic»; si era de desaprobación o burla, de igual manera le ponía nervioso (justo como a Val le gustaba hacer).

—Escuché que te portaste mal pero no del tipo travieso... —murmuró paseando dos largos dedos por su muslo interior, yendo a terreno íntimo pero bien conocido. De pronto le dio un fuerte tirón a su cabello, acercándolo a su cara y masculló—: ¿Qué hiciste, zorra?

Angel recargó sus manos en el pecho de su jefe y cerró sus ojos con miedo.

—M-me estaba lastimando... —explicó con las palabras tropezando en su lengua.

—¡Estaba haciendo su trabajo, imbécil! —espetó alzando la voz—. ¡¿Qué acaso se te olvidó el tuyo también, idiota?! —reprendió a la vez que sus dedos se estrechaban sobre la delgada garganta arácnida.

—Se ter... minó... e-el efec... to... —apretó más y esperó hasta ver cómo sus párpados comenzaban a unirse y el agarre sobre su abrigo a debilitarse.

Angel era pequeño y frágil a comparación de él. No le tomaría ningún esfuerzo matarlo. Es más, podría hacerlo ahí mismo, sin embargo, sabía muy bien que no le convenía. Aguardó unos segundos, como si quisiera romper una marca personal, un récord del que nadie estaba enterado y que no tenían porqué saberlo. De cualquier manera, Angel no podía morir tan fácilmente por la prisma.

Finalmente lo liberó, viendo cómo aspiraba bruscamente y se sujetaba el pecho. Val rodó los ojos, restándole importancia y tomó la barbilla del actor.

—¿Decías?

Angel seguía agitado, así que tomó aire y trató de decirlo de una sola vez.

—Se terminó... el efecto... —su jefe alzó una ceja, indicándole que fuera más específico y añadió—: Tu humo. —su sonrisa se ensanchó y Angel desvió sus irises al escuchar la cruel carcajada.

—¿Quieres más, mi angelito?

El aludido mordió su labio inferior. No, no lo quería, solo estaba explicando lo que ocurrió: el humo sedaba cualquier asomo de dolor o incluso incomodidad física, lo cual le era útil cuando las jornadas en el trabajo eran tan extensas y violentas. Valentino le hizo aspirar de su humo unas horas atrás pero el efecto se acabó temprano, lo que dio paso a la terrible toma con el idiota de antes.

Si bien, era una ayuda, Angel detestaba ese humo. Era una habilidad con la que Valentino controlaba a la gente y solía usarlo, sobre todo, para bloquear la sensación de dolor y como afrodisíaco, de tal modo que siguieran trabajando a pesar de las exigencias físicas.

•|| 𝐏𝐫𝐢𝐬𝐦𝐚 ||• [𝚁𝚊𝚍𝚒𝚘𝚍𝚞𝚜𝚝]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora