• 𝙲𝚊𝚗𝚒𝚋𝚊𝚕 •

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[Caníbal]

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El caos siempre era divertido.

Gente en pánico gritando, llorando, corriendo y empujándose, preocupados por salvar sus vidas, sin pensar en las personas a las que exponían al peligro con tal de tener una mayor probabilidad de supervivencia.

No obstante, Alastor no estaba feliz.

No, esta vez no había emoción por destruir a cada individuo, por torturar a cada ser, por provocar sus llantos ni hacerlos chillar hasta la afonía.

No.

Caminó con lentitud. No tenía prisa ni motivación para continuar. No podía pensar en nada.

Permitió que su ira, su frustración y el tormento en su interior lo guiara, destruyendo todo a su paso. Sus cuernos crecieron en formas irregulares, sus ojos habían perdido todo color, quedando tan solo sus cuencas oscuras y terroríficas, su cuerpo se había alargado hasta parecer en los huesos, sus dientes eran más grandes y su sonrisa, con la sangre escurriendo de sus labios, era más cínica que nunca.

El pavimento se partió, los autos explotaron, las alarmas sonaron y todos los cristales se quebraron. Si había algún inocente en las calles, no le importó. Voces, chillidos, estática y dolor nublaban su mente.

Con cada huella que dejaba, derretía un rastro de brea negra que se extendía, permitiendo que sombras de distintas siluetas y tentáculos emergieran, yendo a la caza de los pecadores que había ahí.

Los ciudadanos, que habían estado tan tranquilos, anunciaban con rugidos suplicantes que el Demonio Radio se aproximaba y que huyeran mientras podían, ya que quienes eran atrapados por las sombras, desaparecían, engullidos por estas.

No todos alcanzaban a hacerlo.

Un demonio con forma lobuna intentó escabullirse, pero la grieta del suelo tenía atrapada su pierna, impidiéndole cualquier oportunidad de escape. Alastor soltó una carcajada bañada en interferencia al verlo tan miserable.

Detestaba a los caninos, así que algo bueno podría salir de esto. Al aproximarse, dirigió su huesuda mano al indefenso demonio que estaba llorando. Entonces abrió los ojos y con eso Alastor frenó todo movimiento: irises púrpuras, con una esclerótica blanca y la otra negra. El color era distinto, pero eran tan similares a los de él.

Los escarlatas irises del ciervo regresaron con un tinte asustado, como si estuviera despertando de una pesadilla. Miró el desastre que le rodeaba, reconociendo sus acciones. Volvió al lobo tembloroso y expectante a lo que haría. Sin embargo, no ocultó su asombro cuando el Demonio Radio viró y se fue por otra calle que conducía a un bosque.

La pobre criatura se desplomó respirando agitado, a la vez que los demás civiles salían de sus escondites, queriendo confirmar lo que habían visto. ¿Qué lo hizo detenerse?

En el barrio vecino, la colonia Caníbal, se alcanzaban a distinguir las luces verdes que tanto caracterizaban el poder de Alastor.

Tres mujeres que estaban comiendo en ese instante, pausaron su merienda, extrañadas por aquel resplandor.

—¿Alastor? —preguntó una rubia de ojo azul y esclerótica negra.

•|| 𝐏𝐫𝐢𝐬𝐦𝐚 ||• [𝚁𝚊𝚍𝚒𝚘𝚍𝚞𝚜𝚝]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora