• 𝙿𝚎𝚗𝚍𝚒𝚎𝚗𝚝𝚎𝚜 •

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[Pendientes]

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—Charlie, te amo, pero esta es la peor decisión que hemos tomado y todavía estamos a tiempo para retractarnos.

La rubia exhaló, sabiendo que era inevitable esta conversación, así que volteó con su novia y respondió con su sonrisa más comprensiva.

—Entiendo, Vaggie. Puedes esperarme en el hotel. —volvió a espiar entre los arbustos, dándole la espalda.

La mujer jadeó entre la incredulidad y la indignación, antes de tomar el brazo de la princesa para continuar su conversación.

—Cielo, ¿de verdad tengo que explicarte lo peligroso que es esto? —masculló lo más bajito que podía, conteniendo las ganas de gritar.

—Alastor dijo que era necesario.

—¿Y por qué no lo hizo él? —recriminó de inmediato.

Horas antes, alguien tocó la puerta de su habitación, donde la pareja dormía en una sola cama. No habría ningún problema si no fueran las malditas seis de la mañana. Vaggie le dijo a su novia que lo ignoraran, seguramente el desconsiderado captaría la indirecta y se largaría a la [inserte grosería de su elección aquí].

Pero no, porque este no era cualquier intruso, era el Demonio Radio, quien cambió sus constantes y respetuosos «toc, toc» a golpes con el puño cerrado y finalmente, a una patada que quebró la puerta, permitiéndole entrar. Después sacó un megáfono desde su espalda, activándolo para gritarles un casual:

—¡Buenos días, señoritas!

Las chicas, espantadas por el estrépito, se sentaron en el colchón, mirando al demonio con horror. Vaggie, recuperando el aire, le vio con enojo antes de hablar.

—¿Qué carajo quieres, maldita sea?

—Buenos días... Alastor... —saludó la rubia, limpiándose los ojos— Aun es muy temprano para trabajar... 

—¿Temprano? ¡Patrañas! Yo diría que ya anocheció con lo tarde que es. —respondió en su tono cantarín y alegre, alejando esta vez el aparatejo.

—Son las putas seis de la mañana, imbécil. —farfulló Vaggie.

—Cinco cuarenta y cinco, mi estimada compañera. —corrigió sin ocultar su diversión.

—Tú vas a reponer esa puerta. —replicó la chica de un ojo.

—¡No hay problema! Le notificaré a Husk lo antes posible para que se encargue de ello. —solucionó entre risas al percibir el tic de la mujer.

—Entras a las habitaciones sin usar las puertas, ¿por qué no hiciste eso ahora? —insistió exasperada. Esos dos nunca iban a congeniar.

—Oh, no, no, ¡eso habría sido muy maleducado de mi parte! —contestó en un fingido lamento, luego añadió con una sonrisa despreocupada—: Además, no hay nada divertido por aquí. —minimizó, ya que el cuarto era de ellas dos y no eran particularmente interesantes.

Entonces Vaggie se cruzó de brazos y sonrió con malicia.

—¿Y con Angel sí?

Los ojos de Alastor se centraron en la mujer, centelleando en rojo y tensó la sonrisa, dejando claro que esa bromita no le agradó mucho.

—¿Necesitas algo, Al? —cuestionó Charlie en un intento de impedir que esos dos se enfrascaran en una pelea real.

—A decir verdad, ¡así es! —dijo volviendo a su actitud alegre con la estática de su voz a todo volumen—. De hecho, tengo una misión especial para ustedes que involucra a una probable y muy entusiasta huésped nueva en el hotel.

•|| 𝐏𝐫𝐢𝐬𝐦𝐚 ||• [𝚁𝚊𝚍𝚒𝚘𝚍𝚞𝚜𝚝]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora