Capítulo- 19

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Había salido cinco minutos al baño, el profesor Leo (que aún no logro conocer, por alguna extraña razón cada vez que le toca impartir clases en el salón al que pertenezco algo sucede o no se presenta) tuvo que salir por algo urgente que aún no se nos informa por lo tanto estamos libres por las siguientes dos hora que le correspondía impartir al profesor Leo. Un gran porcentaje de alumnos salieron del aula, pero unos tres alumnos decidieron quedarse, una chica de tez clara y pelo castaño se quedó mirando algo en su teléfono, el chico que casi se extrae medio cerebro urgandose la nariz y yo.

Sentí la necesidad de lavarme las manos así que me dirijí al baño a hacerlo,  lo curioso es que al volver al aula luego de hacerlo me encuentro con él salón vacío, o eso creí hasta que distinguí una cabellera rubia-platino urgando entre mis pertenencias captando mi atención.

Odservo de una manera fija acercándome de forma lenta hacia el desconocido procurando no hacer ruido.

—¿Qué demonios crees que estás haciendo?—pregunto lo suficientemente cerca para intimidarlo.

—Iiii...—el desconocido que me parece conocido, hace un sonido extraño y se levanta alarmado—yo...

Cruzo mis brazos sobre mi pecho y adopto una expresión sería ante el desconocido.

—¿Tú qué?—exigí con voz autoritaria.

—¿Eh?... ¡salut! je suis Adolphe Martin ravi de vous rencontrer—habló haciendo notorio el asento francés mostrando una gran sonrisa. ¿por qué razón todos sonríen? ¿qué hay de bueno para hacerlo?.

Siento que he vivido esto antes, una situación incómoda, un chico incómodo y además el muy bastardo éste se hace pasar por francés, porque hace un momento escuché de manera clara cuando mencionó "yo". Además tanto su aspecto físico como su forma de vestir se asemeja más al estilo estadounidense. Su altura, su cabello rubio-platino, sus ojos, incluso su expresión facial es idéntica.

—No te hagas el idiota y habla—descruzé mis brazos y señalé mi mochila con tenacidad—¿Qué buscabas ahí?

Hizo el amague de salir corriendo, pero mis reflejos fueron más rápidos al tomarlo del cuello de su ropa superior haciéndolo retroceder y quedar de frente a mí. Sus ojos hicieron todo lo posible por escaparse de los míos, pero sólo consiguió que cuando los capte le otorgue una mirada fulminante.

—¡Bien, bien!—se dignó a hablar—sólo quería confirmar algo ¿satisfecha?—reprochó.

—¿Qué rayos querías confirmar entre mis pertenencias idiota?—escupí con fastidio.

El que tocaran mis cosas consigue ponerme de mal humor de inmediato.

—Quería saber si traías golosinas—comentó burlesco llevando su mano hasta la parte baja atrás de su cabeza.

—y si traía ¿qué? ¿las robarías?

—¿Cómo adivinaste?—preguntó asombrado parpadeando repetidas veces, mostrando sus largas pestañas.

Le miré sin expresión alguna.

Ahora todos los jóvenes son unos vagos desinteresados sin la más mínima intensión de hacer algo por su vida, creen que todo se puede conseguir en santiamén, que siempre que lo deseemos aparecerán en nuestras manos por arte de magia sin la intension de hacer el más mínimo intento de esfuerzo para conseguirlo de manera honesta y eso, eso es lo que arruina esta podrida humanidad, haciendo que el sólo hecho de existir sea mundano e insoportable, aunque de manera lamentable no me puedo expiar de ello, ya que yo soy una de la personas más putrefactas que pueden habitar el mundo, pero eso no evita el hecho de que la ira me consuma cuando vea a alguien seguir mi ejemplo de manera inconsciente.

𝑺𝒊𝒆𝒏𝒅𝒐 𝒊𝒎𝒑𝒆𝒓𝒇𝒆𝒄𝒕𝒂, ¿𝑨𝒖̀𝒏 𝒎𝒆 𝒒𝒖𝒆𝒓𝒓𝒊̀𝒂𝒔?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora