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—¿Sabes una cosa? Tienes razón en algo

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—¿Sabes una cosa? Tienes razón en algo. Eres el peor ser humano que he conocido en mi vida —solté dandole un empujón para que se apartara de mi y largarme de allí.

Definitivamente quedarme a solas con ese idiota era una malísima idea.

—Dime que no sentiste nada y te dejaré en paz —mencionó colocando su mano en la puerta impidiendo que me fuera.

—No sentí nada —respondí de espaldas a él.

—Dímelo mirándome a los ojos —insistió e instintivamente los cerré.

¿Solo quería eso y me dejaría en paz?, ¿De verdad se acabaría ese infierno con tan solo afirmarlo? Parecía demasiado fácil.

Lentamente me giré sobre mi misma para encararme de nuevo a él, sus ojos azules brillaban con intensidad, de un azul profundo más vibrante que el agua del mar. Sentía como mi corazón se aceleraba al ver que me observaba de aquella forma inquietante, notaba un nudo en mi garganta que me impedía hablar y el sudor de mis manos era palpable dada la tensión que tenía por su inquietante cercanía.

—No sentí nada —solté bruscamente y apartando rápidamente la mirada, por alguna razón era incapaz de mantenerla ¿Tal vez se debía a qué mentía?

No. No mentía. No había sentido absolutamente nada.

«Al menos eso era lo que deseaba»

No hubo respuesta, sino que dio un paso atrás y evidentemente comprendí que me dejaba libre. ¿Lo haría de verdad?, ¿Me dejaría de atosigar para siempre?, ¿Dejaría al fin que mi relación con Nicola proliferase sin entrometerse? No podía creerlo hasta que no lo viera con mis propios ojos, pero antes de que pudiera poner un pie fuera del baño, lo hizo él pasando por mi lado mientras me rozaba sutilmente.

Me estremecí y después pude contemplar aquel cuerpo esculpido y sin pretenderlo mis ojos acapararon la atención de aquel culo perfecto.

«Virgen santa» pensé obligándome a mirar hacia otro lado y recordándome que ese espécimen de hombre era el demonio personificado.

—Todo es mentira, Andrea —susurré para convencerme—. Solo trata de reírse de ti. De burlarse de ti. De manejarte a su antojo por simple placer. Es un maniático engreído que se cree con derecho a manipular tu vida.

Seguramente lo de dejarme en paz era solo otra mentira más.

El tiempo se me echó encima por lo que metí rápidamente una muda en la bolsa de gimnasio que solía llevar a danza y salí corriendo hacia el vehículo de Nicola que me esperaba en la puerta. Ni siquiera me había avisado a mamá que no vendría a almorzar, por lo que me apunté mentalmente enviarle un mensaje después y para que no se preocupara si no volvía a casa.

Al menos podía estar tranquila sabiendo que el resto del día tras las clases no tendría que soportar la presencia de Joan, aunque él solía estar fuera los viernes por la tarde con Verónica —o eso pensaba—, pero como no estaban juntos por ahora suponía que esa tarde sí estaría en casa a menos que tuviera planes.

«Deja de pensar en el imbécil de turno» medité intentando apartarlo de mi mente a como diera lugar.

Al llegar al coche Nicola me esperaba fuera, apoyado en la puerta por la que yo debía entrar y con una sonrisa enorme de oreja a oreja. En ese momento recordé que ahora estábamos juntos de verdad, ¿Cómo se supone que debía actuar?, ¿Cómo actúan las novias de verdad? Me acerqué hasta él y se inclinó hasta rozar mis labios. Era extraño. Sobre todo teniendo en cuenta que no existían espectadores a nuestro alrededor, aunque tal vez mi querido odiado hermanastro nos observara puesto que no tenía la menor idea de si se había largado ya o aún seguía en casa.

Quería dejarme llevar. De verdad que lo quería y deseaba con toda mi alma, pero ese estúpido no dejaba de avasallar mi mente una y otra vez con sus palabras, sus modales y su perfecto cuerpo semidesnudo.

«¡Andrea céntrate en lo importante!» me dije obligándome a responder a ese dulce beso mañanero.

—¿Te dio muchos problemas Joan anoche? —La pregunta llegó a mis oídos antes de que me hubiera dado tiempo a saborear sus labios.

¿Es que ese maldito tendría que estar siempre presente?

—Para nada —mentí como una bellaca solo para dar por terminado el asunto—. Mejor no perdamos el tiempo hablando de ese cretino.

—¡Por supuesto! —exclamó sonriente y abrió la puerta de su coche para que entrase como todo un caballero.

—¡Gracias!, ¿Me vas a abrir la puerta de tu coche cada mañana? —pregunté emocionada.

—Lo que quiera mi bella novia —contestó de lo más halagador subiéndose a su flamante deportivo y poniendo rumbo hacia el instituto.

—Lo que quiera mi bella novia —contestó de lo más halagador subiéndose a su flamante deportivo y poniendo rumbo hacia el instituto

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Andrea y sus neurasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora