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Aún no podía creerme que de verdad hubiera pasado, que realmente sin necesidad de inventarme una excusa o volver a usar el truco de ir andando a casa con la esperanza de que volviera a ofrecerse a llevarme me hubiera acercado

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Aún no podía creerme que de verdad hubiera pasado, que realmente sin necesidad de inventarme una excusa o volver a usar el truco de ir andando a casa con la esperanza de que volviera a ofrecerse a llevarme me hubiera acercado. No. Había sido el propio Nicola quien sin esperarlo se acercó hasta mi y eso me dio una especie de esperanzas renovadas, ¿Y si realmente podría gustarle aunque fuera un poquito? Quizá solo era curiosidad o simplemente amabilidad, pero fuera lo que fuese pensaba aprovecharme plenamente de aquella suerte inesperada.

Los lunes de por sí solían ser largos, más que nada porque era el inicio de semana y me parecía demasiado larga, pero cuando tienes el infierno en persona en casa, los lunes pueden resultar lo mejor del mundo y las eternas clases de historia avanzada como aquella, un auténtico deleite para los sentidos, es más... en ocasiones incluso desee que fueran eternas solo porque era el preludio del almuerzo y eso significaba que el terror podía volver a estar en los pasillos. En aquella ocasión casi me había olvidado por completo mientras pensaba qué podría decirle a Verdini o cómo debería actuar para que él terminase proponiéndome tener una cita.

«Cita» pensé rápidamente.

Si no he tenido una cita en mi puñetera vida, ¿Como voy a lograr que me propongan una?

—Tengo un problemón —dije mientras me tumbaba sobre el césped en el que siempre estábamos si hacía un día soleado como lo estaba siendo aquel.

—Habló la reina del drama, ¿No deberías estar contenta porque Nicola te llevará a casa? —preguntó Vanessa.

—Ese es el quid de la cuestión, ¿Qué hago o qué le digo para que me proponga una cita? —pregunté aturdida.

—Quizá sea pronto para eso Andrea —contestó entonces Lourdes—, no sé realmente cuanto se puede tardar en conseguir una cita.

—¡Tonterías! —exclamó Vanessa—. Si le gustas te lo pedirá, la cuestión es si se atreverá teniendo en cuenta quién es tu hermanastro...

¿Cuántas veces debía decir que Joan Baker no era mi hermanastro por más casados que estuvieran nuestros padres?

«Ni hablar. De pariente mío ese tenía lo que el zorro de un cordero»

Por mi forma de mirarla Vanessa dedujo que deseaba degollarla y se puso un punto en la boca.

—¿Y si se la pido yo?, ¿Qué podría pasar? —gemí siendo consciente de lo que acababa de decir.

¿Pedirle una cita a Nicola Verdini? Eso era como jugar en las grandes ligas porque si me decía que no o me daba una absurda excusa, ya no tendría una segunda oportunidad a menos que quiera ver denigrada mi poca integridad.

—Parecerá que estás desesperada —concluyó Vanessa rodando los ojos—. No, tienes que encontrar algo para que él mismo sugiera realizarlo juntos, por ejemplo una fiesta o una película...

Andrea y sus neurasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora