Ya es Navidad florecillas!!! Que disfrutéis mucho en familia!
¿Gustarme?, ¡Que se ha creído ese imbécil!—Ni en tus mejores sueños sucedería algo así —solté cabreada.
¿Cómo podía mi cuerpo traicionarme de aquella forma?, ¿Por qué?, ¿Por qué tenía que pasarme eso a mi?
—Ya imaginaba que no lo reconocerías...
Mi indignación rozaba el límite, pero sabía que pegarle un guantazo en condiciones o frustrar mi indignación con él solo haría que aumentara su ego creyendo que de verdad podía gustarme, así que me recogí el vestido y apartándome de él me dirigí hacia donde había dejado el coche sin decir palabra alguna.
«Vas a ver tú cuanto me gustas, energúmeno sin cerebro»
Abrí la puerta y entré en el asiento del copiloto cruzándome de brazos. No sabía si estaba más cabreada conmigo misma que con Joan, pero de un modo u otro tenía que callarle la boca a ese creído y misógino que se creía el gallo del corral.
¿Es que cree que todas van detrás de él?, ¿Gustarme?, ¿Él? Antes me tiro de un puente sin arnés.
Le había dado lo que quería respondiendo a ese beso, ahora parecía satisfecho de sí mismo como si fuera imposible que una chica no se derritiera en sus brazos.
«Idiota. Idiota. Idiota y tres mil veces idiota. ¿No has hecho precisamente tú eso mismo?» me dije martilleándome el cerebro.
¿Cómo se te ocurre Andrea?
Debía idear un plan. Uno en el que esa cara de pagado de sí mismo se fuera al traste y su creencia de que podía gustarme se evaporase de un plumazo.
Mientras me debatía mentalmente escuché como abría la puerta y se sentaba al volante. Mas valía que no dijese o hiciera nada si no quería que estallase, porque en aquel momento me sentía como una bomba de relojería a punto de explotar.
No dijo nada, simplemente arrancó el coche y dio marcha atrás hasta volver de nuevo a esa carretera secundaria y finalmente regresar a la ciudad.
Un silencio abismal únicamente roto por el sonido del motor del vehículo se concentraba dentro de aquel pequeño espacio. Nunca se me había hecho tan largos los minutos como en ese preciso instante. Casi no veía la hora de llegar a casa, encerrarme en mi habitación y olvidar aquel nefasto episodio bochornoso. Ni siquiera podía pensar en lo ocurrido sin sentirme vulnerable. En cuanto divisé la casa sentí el alivio inundando mi interior, salvo por el hecho de que ambos vivíamos allí y no podría evitarle. Antes de que aparcase me quité el cinturón de seguridad.
—Andrea... —comenzó a decir pero no le dejé hablar, abrí la puerta para bajarme y me dirigí hacia casa sin mirar atrás.
No quería oír nada que proviniera de él. No quería escuchar absolutamente nada que tuviera que decirme. Estaba harta de sus insultos, burlas o su modo de prejuzgarme sin conocerme. Joan no sabía nada de mi, ni tan si quiera se había molestado en intentar conocerme.
—¡Andrea! —exclamó un poco más alto llamando mi atención pero seguí caminando mientras sacaba las llaves del bolso sin perder tiempo para abrir—. Yo...
—¡Tú nada! —grité alzando la voz más de lo que me gustaría y esperaba que nuestros padres no nos oyeran—. Ni quiero escucharte, ni hablar contigo, ni saber nada de ti. ¡Eres un maldito cerdo sin escrúpulos!, ¡Me das asco! Antes creía que te detestaba, que tenía que aguantar tus idioteces de niñato por mi madre, ahora no lo tengo tan claro. La próxima vez que intentes tocarme, se lo diré a tu padre.
Sabía que eso sería lo último que haría puesto que significaría conflictos familiares y si había aguantado todo un año de burlas constantes era precisamente por la felicidad de mi madre.
Su rostro cambio de expresión, no sabía que parte era la que había hecho que lo hiciera, seguramente la amenaza con revelar a su padre su comportamiento hacia mi, pero aproveché la situación para adentrarme en casa y apresurar el paso hasta encerrarme en el baño. Tenía que quitarme esa sensación que me ahogaba por dentro, el rastro que sus labios habían dejado por mi cuello. Me miré al espejo y vi que tenía la pintura que había usado parcialmente movida, seguramente la ropa de Joan estaba manchada de azul y me llevé las manos a la cabeza dejándome caer en la pared fría conforme me sentaba en el suelo. Las imágenes de lo sucedido atormentaban mi cabeza no pudiendo sacarlas de mis pensamientos.
¿Porqué no podía reaccionar con frialdad cuando él me besaba de ese modo?, ¿Por qué no podía frenarle y negarme?
«No me gusta. Joan no me gusta para nada» me decía como si necesitara reafirmarlo.
Tiré el vestido al suelo y me metí en la ducha. Conforme el agua caliente limpiaba mi piel azulada, también se llevaba las caricias de Joan. Iba a sacarle de mi mente. Lograría que no me afectara en absoluto nada de aquel recuerdo a como diera lugar.
Era consciente que para él solo se trataba de un juego, uno muy macabro por cierto, pero no pensaba dejar que me afectase. Volviendo en bucle a lo sucedido, recapacité en que él había confesado que Nicola estaba enamorado de otra, que por esa misma razón me utilizaría. ¿Qué sabía él?, ¿Podría intuir lo que ocurría entre su mejor amigo y su novia?, ¿Sabría que le traicionarían a su espalda?
«Imposible»
Si Joan supiera que Verónica corre a los brazos de Verdini en cuanto él se aleja de ella, le partiría la cara.
Obvie que él pudiera saberlo, al fin y al cabo no me importaba. Me envolví en la toalla y cuando abrí la puerta esperaba que bajo ningún concepto él estuviera esperando. No estaba, aunque la luz de su habitación permanecía encendida por lo que se podía apreciar bajo la puerta. Camine de puntillas hasta mi habitación y la cerré enseguida como si temiera que en cualquier momento él pudiera verme o acercarse de nuevo.
No sabía si mi amenaza surtiría efecto, pero después de lo sucedido esa noche sabía que Joan Baker suponía un peligro para mi y mi conciencia. No podía dejar que se acercara y no porque le temiera o creyera que fuera a hacerme algo, sino porque había comprobado cuanto me traicionaba mi subconciente si me apresaban sus labios.
Solo existía un modo de alejarle. Solo un modo en que me dejase en paz para siempre. Ya no podía esperar a que finalizara el curso, tenía que creer de verdad que me había acostado con Nicola.
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Andrea y sus neuras
Teen FictionCuando la locura se convierte en un arma poderosa. ** Andrea es divertida, espontánea y un poquito neurótica, "solo un poco, eh". Sus amigas son geniales...