Cuando la locura se convierte en un arma poderosa.
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Andrea es divertida, espontánea y un poquito neurótica, "solo un poco, eh". Sus amigas son geniales...
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El respiro de alivio cuando vi que mamá tenía los ojos abiertos y parecía sonriente provocó que la tranquilidad inundara todo mi ser.
Me abracé a ella todo lo fuerte que me permitieron los cables que tenía conectados a su cuerpo. Las lágrimas escaparon de mis ojos al sentir ese profundo alivio de saber que estaba conmigo.
—Tranquila, solo fue un pequeño susto pero todo está bien.
Paul ya permanecía fuera de su cama y tras pasar la noche en observación, le habían dado el alta ya que solo había sufrido algunos rasguños. Mamá estaba fuera de peligro y según transcurrieran las próximas veinticuatro horas, le darían también el alta.
Decidí quedarme esa noche en el hospital alegando que Paul necesitaba descansar, pero en realidad es que no concebía volver de nuevo a casa sola con Joan.
Mi pulso se aceleraba solo con pensar en lo sucedido la noche anterior y no cabía en mi la posibilidad de que se repitiera algo similar. En realidad, no quería pensar en quedarme a solas con él de nuevo
Los días siguientes al accidente de mamá y Paul fueron caóticos. Ella debía guardar reposo, por tanto nos turnábamos para hacer la comida, mantener la casa en orden y hacer la colada. Bien era cierto que acababa de descubrir la gran carga de trabajo que llevaba y eso que solía ayudarla. No fui a clase hasta el jueves, por suerte tenía a mis mejores amigas para pasarme los apuntes de todas las asignaturas y ponerme al corriente de cualquier chismorreo, como el rumor de que Joan y Verónica estaban juntos de nuevo, algo que no me sorprendió en absoluto después de verles.
¿Besaría Joan a Verónica como me besaba a mi?, ¿La miraría del mismo modo en que lo hizo aquella mañana tras dormir juntos?
Era evidente que no, sino que lo hacía aún mejor y con mayor pasión puesto que a diferencia de mi, a ella si la deseaba.
Nicola parecía preocupado en un principio, pero todo con él volvió a tener la naturalidad de siempre. Sus manos en mi cintura. Sus caricias. Sus besos suaves y deliciosos. Sabía que solo era cuestión de tiempo que me enamorase perdidamente de él. Era el chico perfecto; guapo, simpático y realmente dulce. Era él con quien debía imaginarme cuando pensaba en el futuro. Era él a quien debía entregarme en cuerpo y alma si deseaba apostar por esa relación y que esta proliferara.
Lo tuve claro. Si realmente quería eliminar por completo los vestigios de pensamientos que se cruzaban por mi mente respecto a mi hermanastro, tenía que acostarme con Nicola. Solo él borraría todos esos recuerdos, solo él sería capaz de anular por completo cualquier rastro que quedase para que únicamente pudiera tener sentimientos y pensamientos hacia ese italiano predilecto.
Joan había sembrado exactamente lo que deseaba, que dudase de mi propio juicio, hacerme replantear mi relación con Nicola pudiendo sentir algo hacia él y lo peor de todo es que sabía que todo era fingido, no era real, solo una vaga ilusión para humillarme después.
No estaba dispuesta a que se saliera con la suya. Por más que pudiera incluso desearle en alguna parte ínfima de mi ser, no sucumbiría a ello, me negaba por completo a hacerlo.
—¿Ya tienes el equipo de nieve? —preguntó Nicola mientras yo le daba vueltas a mi batido de fresa.
Esa tarde habíamos decidido pasarla juntos, mamá ya se encontraba un poco mejor, podía caminar con muletas por casa y además Paul había pedido tele trabajar desde casa para estar con ella y no dejarla sola por las mañanas.
—Aún no. La verdad es que no sé si compensa teniendo en cuenta que no sé esquiar. Quizá sea mejor que me quede en la casa leyendo algún libro mientras vosotros subís a la montaña —mencioné siendo realista.
Solo sería un fin de semana largo, No es que fuera a aprender a esquiar en tan poco tiempo y además, tampoco me apetecía comprar todo un kit completo para tan poco tiempo.
—Si quieres puedo prestarte el de mi madre, es un poco más bajita que tu, pero igual te sirve... —dijo estudiando mi cuerpo como si lo estuviese comparando con el de su madre.
—Te lo agradezco, pero preferiría no estropeárselo o romperlo —hice con un ademán de sonrisa—. De verdad que no te preocupes por mi, no me importará quedarme en casa calentita mientras vosotros pasáis un frío de la muerte —reí.
Aún faltaban unas semanas para el viaje a la montaña, en principio pensé cancelarlo por el accidente de mamá, pero viendo su mejoría decidí que aquella sería mi oportunidad. Era Nicola de quien estaba enamorada, o al menos, quería estarlo.
—¡Oh!, ¡Vamos Andrea!, Será divertido y yo puedo enseñarte a esquiar, de verdad que no me importa...
Y sabía que no le importaría, pero aquel era el último año en el que se juntaban todos y como tal no deseaba que lo perdiera solo conmigo por enseñarme a esquiar.
—Lo pensaré, pero no quiero acapararte todo el fin de semana, es vuestro último año y debéis disfrutar antes de que cada uno siga su rumbo por separado.
Eso me recordaba que él se iría a Italia, ¿Podría sobrevivir nuestra relación a la distancia?
—Puede que cada uno estemos en alguna parte del mundo, pero eso no es impedimento para que estemos juntos —dijo seriamente mirándome a los ojos y cogiéndome la mano para darme un beso en la muñeca interna—. Además, podrías visitarme cuando esté en Italia y así te llevaré a conocer Europa, ¿Eso te gustaría? —preguntó como si fuera uno de esos príncipes europeos caballerosos y perfectos.
—Eso me encantaría —mencioné con una sonrisa y él se acercó hasta rozar mis labios delicadamente y separarse sin darme un beso.
—París... —susurró colocándome el cabello detrás de la oreja—. Londres, Barcelona, Amsterdam, Viena... —dijo acercándose a mi oído de forma delicada—. Me encantará hacer el amor contigo en todas ellas.
Su declaración de intenciones provocó que mis mejillas se sonrojaran y sintiera una vergüenza inaudita, pero al mismo tiempo me hizo sentir deseada por él, saber que le provocaba aquel sentimiento he convencía aún más para entregarme a sus brazos, para sucumbir al deseo y para probar al fin la fruta prohibida y averiguar si de verdad podría enamorarme de Nicola Verdini.
—A mi también me encantará —contesté creyendo que así sería, que moriría de amor por él cuando llegara ese momento.
Quería desearlo. Quería quererlo. ¡Literalmente quería arder por él y que solo existiera únicamente Nicola en mis pensamientos!
¡Maldito Joan y malditos sus besos!
Dos semanas, solo faltaban dos semanas para el viaje a la montaña y ahí acabaría cualquier rastro de Baker que pudiera albergar en mis entrañas.
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