Mi cuerpo le clamaba a gritos y solo había que observar la respuesta tácita a sus caricias para saber que le encantaba lo que él provocaba con sus besos y caricias.
Estiré mis brazos hasta su cinturilla conforme mis manos se hundían bajo su camiseta rozando su piel. Era tersa y firme, propia de un jugador de fútbol cuyo cuerpo estaba curtido a base de músculos.
Nunca me había permitido admirar el cuerpo de Joan hasta ahora, era justo ahora cuando le tenía a mi merced, sobre mi, colmando mi cuerpo con sus labios y deleitándome con sus besos.
Con un solo gesto se sacó la camisa por el cuello y la tiró lejos de nosotros conforme volvía de nuevo a atrapar mis labios en un candente beso lleno de ardor, escuchando como gemía al hacerlo, provocando que ardiera de absoluta pasión al sentir también su fulgor.
Resultaba evidente que para Joan no era nada nuevo, en cambio para mi todo resultaba una experiencia única. Mi pantalón desapareció en algún momento, sus vaqueros también lo hicieron y nuestros cuerpos comenzaron a rozarse sutilmente conforme sus manos no dejaban de acariciarme.
Sentía como algo dentro de mi quería estallar. Un fuego me abrasaba interiormente tratando de consumirme, tan fuerte y tenaz que lograba poner alerta mis cinco sentidos.
Percibía el olor de su perfume más fuerte que nunca. Olía a madera, a incienso, a naranja y a especias. Podía ver sus ojos azules observándome minuciosamente, al igual que aquella boca recorriendo cada trozo de mi desnuda piel provocando el estremecimiento de cada célula de mi cuerpo. Oía el sonido de sus labios acariciándola lentamente conforme mis manos tocaban la calidez de su torso. Si. Definitivamente había abrumado todos y cada uno de mis sentidos por completo.
Sentí como estrechaba con sus manos mis pechos, acogiéndolos al principio lentamente para después hacerlo de un modo más rudo y tenaz, como si se escapara a su propio control el gesto. Gemí en su oído y su repuesta fue bajar uno de los tirantes del sujetador para liberar uno de ellos y meterlo dentro de su boca logrando que un pequeño grito se escapara de mi garganta.
No estaba preparada para aquella clase de placer, menos aún podía creer que tal cosa podía suceder, hasta que me agarré a la suave tela de la cama que había bajo nuestros cuerpos y sentí como una de sus manos se deslizaba hacia abajo hasta posarse entre mis piernas y abrirse paso por los pliegues llegando al lugar más íntimo de mi cuerpo.
En cuanto sentí el roce de sus dedos en aquella parte de mi anatomía sentí que desfallecía y no precisamente de vergüenza, sino de puro placer por el movimiento que hacían.
Instintivamente me moví provocando que aquel roce se incrementara, sin saber exactamente porqué lo hacía, pero siguiendo los impulsos de mi propio cuerpo que me exigía con voluntad propia que lo hiciera.
Notaba como aceleraba aquel movimiento mientras me abrazaba a él y mordía su hombro desnudo exigiendo la liberación de aquel fuego interno, Cuando estaba a punto de alcanzarlo, a un solo paso de sentir que explotaba, percibí como sus dedos se internaban dentro de mi y provocaban una fulminante sensación de liberación hasta ahora inaudita.
Mi respiración estaba agitada, casi era incapaz de controlar los espasmos de mi cuerpo, estaba ajena al momento y al lugar donde me hallaba, siendo únicamente consciente de la sensación que acababa de vivir y deseosa de que nunca finalizara. Cuando abrí los ojos me encontré con los suyos observándome fijamente, mis piernas estaban abiertas para él con su cuerpo posicionado entre ellas y sin dejar de observarme sentí la presión entrando en mi cuerpo paulatinamente.
No dolía, solo era conmovedor y sobrecogedor al mismo tiempo, hasta que la punzada atravesó mi cuerpo y cerré los ojos fuertemente soportando aquel estremecimiento encogiéndome en mi misma.
Solo duró un instante, apenas lo suficiente para recobrar el sentido y notar como él besaba mis mejillas, acariciaba mi cabello, solo entonces comprendí que trataba de calmarme.
Mis ojos se encontraron con los suyos, pude notar exactamente lo que percibí el día que despertamos sobre aquel sofá juntos, no podía describirlo, pero era como si pudiera leer en mi interior y yo en el suyo, algo completamente inexplicable incluso para mi.
La sensación de que abandonaba mi cuerpo me inquietó, justo antes de percibir como se hundía de nuevo, pero esta vez no era dolor, era otro tipo de percepción. Ya no existía la presión, ni tampoco era placentera, pero comenzaba a descubrir que provocaba algo distinto incapaz de de describir. Por alguna razón deseaba que continuara, quería descubrir hacia donde me dirigía aquello que empezaba a aumentar de intensidad en mi interior, colmando un ardor interno que hasta ahora desconocía que lo tenía.
Joan atrapó entonces mi boca con fiereza, con una atrocidad que me hizo agarrarme firmemente a sus hombros y responder con la misma intensidad mientras sentía como se movía dentro de mi con más fuerza. Por alguna razón necesitaba responder a sus movimientos y comencé a moverme buscándole, tratando de acercarme a él y a la sensación que despertaba anulando cada uno de mis sentidos hasta eclipsarme y abandonar mi cuerpo al place que él provocaba. Sentía como si un dragón escupiera fuego en mi interior recorriendo cada fibra de mi cuerpo, era mucho más intenso que antes, tan absolutamente cautivador que sentía que iba a desfallecer.
Percibía el fulgor de su cuerpo entre el mío, la intensidad de sus movimientos acogiéndome entre sus brazos y el sonido de sus gemidos que acompasaban los míos propios sin ser consciente de ello.
Apreté mis uñas fuertemente en su espalda, como si necesitara hacerlo por la intensidad que me sobrecogía al percibir que algo dentro de mi eclosionaba, sencillamente era como si me desfragmentara en mil pedazos y grité. Grité de la pura intensidad de aquella sensación inaudita jamás experimentada.
Joan se dejó caer a mi lado y sentí como giraba mi cuerpo para verle de frente. Me sentía cohibida, nunca había experimentado algo tan íntimo y mi relación con él hasta ahora no podía definirse precisamente buena.
—Nunca pensé que podría ser el primero —susurró acariciando mi cintura—. En realidad nunca me permití soñar que pudiera tenerte —añadió acercándose para posar sus labios sobre los míos y acariciarlos suavemente—. Ha sido mejor de lo que podría imaginarme.
Por alguna razón era incapaz de responder. Sentía que flotaba en una nube de la que aún mi mente tenía que procesar lo ocurrido. Demasiadas emociones juntas, demasiadas vivencias unidas, demasiadas sorpresas inesperadas al mismo tiempo. El cansancio de tantas horas sin pegar ojo hizo mella en mi cuerpo, así que mis ojos fueron apagándose lentamente viendo el rostro de Joan dormido a mi lado sin que sus manos dejasen de envolverme.
Quizá por la mañana me diera cuenta de que todo había sido un sueño, tal vez con la luz del día todo se desvaneciera, pero por ahora me permitiría soñar con la maravillosa sensación de saber lo que se sentía cuando me había hecho suya.
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Andrea y sus neuras
Teen FictionCuando la locura se convierte en un arma poderosa. ** Andrea es divertida, espontánea y un poquito neurótica, "solo un poco, eh". Sus amigas son geniales...