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Bien, ahora sí me había acojonado

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Bien, ahora sí me había acojonado. Una cosa era decirlo a media noche porque volvía tarde y estaba ligeramente enfadado porque pudiera ser descubierto y otra bien distinta a la luz del día donde cualquiera pudiera vernos, aunque lo que más me había hecho reaccionar a esa amenaza era su voz. No sonaba irascible o irritada como otras veces, sino que era una clara advertencia de lo que estaba por venir.

«Prepárate para quemarte» recordé de nuevo mientras volvía al lugar donde había dejado a mis dos amigas sin poder evitar morderme las uñas ante la crispación que sentía.

¿Qué quería decir exactamente con aquello?, ¿Era en sentido figurado o real? Me podía esperar cualquier cosa de Joan y no es que precisamente le tuviera miedo, hasta ahora le había detestado por su constante e irritante comportamiento hacia mi, pero no sabía si debía comenzar a tenerle realmente miedo. Había algo en él... como si siempre me hubiera escondido algo, como si esa oscuridad que había en sus ojos indicase un lado oscuro y aunque siempre me había advertido a mi misma que solo eran imaginaciones mías, comenzaba a creer que no era así.

«Solo es un farsante y niñato que trata de meterte miedo Andrea» me advertí mientras insinué la mejor de mis sonrisas para que mis amigas no se preocuparan al respecto.

—¿Todo bien? —preguntó Lourdes.

—Estupendamente. Solo quería dinero para el almuerzo; como siempre —atajé encogiéndome de hombros, aunque no sabía si aquella afirmación iba a colar, ya que Joan nunca trataba de esconder sus pretensiones, aquella había sido la primera vez que me había alejado de todos como si no quisiera que nadie más nos viese o escuchase aquello que tenía que decirme.

Tal acontecimiento era extraño teniendo en cuenta que se vanagloriaba de que los demás se rieran por su forma de tratarme o insultarme. Sus vejaciones no conocían límites en cuanto a mi exposición al ridículo y aunque nunca entendí las verdaderas razones del porqué lo hacía, aunque a estas alturas me importaba muy poco cuáles fueran, solo tenía claro que aquello iba a terminar lo quisiera él o no.

Por suerte ni Lourdes ni Vanessa hicieron comentario alguno, sino que sabía el tipo de relación que mantenía entre Baker y yo, aunque no les agradaba que aquella información la ocultase a mi madre, respetaban mi decisión y no solían entrometerse.

Conforme pasaba la mañana fui ganando fuerza en mi propia autoconfianza y pensé que seguramente aquella amenaza entre comillas de Baker, porque tampoco es que hubiera sonado como tal, probablemente solo era una de sus jugarretas para meterme miedo y provocar que me quedase callada ante sus insultos, por lo que mi plan iba a seguir adelante a como diera lugar. Tenía que conseguir esa cita con Nicola, en el fondo sabía que él sería mi salvación porque Joan no se atrevería a insultarme, perseguirme o coaccionarme si yo estaba saliendo con su mejor amigo.

Alargué el momento en el que devolvía los libros en mi taquilla para coger otros por una sola razón; quería que Joan se marchara en su estúpida moto de una vez para que no viera como me subía al coche de Nicola. De algún modo podía ver como al final del pasillo muy cerca de la entrada se encontraba el grupo de los populares entre los que se encontraban ellos dos y parecían hablar animadamente.

Andrea y sus neurasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora