Cuando la locura se convierte en un arma poderosa.
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Andrea es divertida, espontánea y un poquito neurótica, "solo un poco, eh". Sus amigas son geniales...
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Decidí actuar como si no supiera a donde me llevaba, como si todo fuera nuevo para mi sin admitir que Joan ya me había llevado una vez allí.
—No me he equivocado —contestó con un amago de sonrisa—, quería traerte a este lugar desde hace tiempo, pero por una u otra razón no he podido hacerlo hasta hoy.
¿Sería el mismo lugar que mencionó la noche del baile?
—Es ese sitio al que me querías llevar después del baile de Halloween? —pregunté intentando parecer emocionada.
—Veo que lo recuerdas —contestó cogiéndome la mano y apretándola ligeramente—. Así es —afirmó—. Normalmente no traigo aquí a ninguna chica, es un lugar al que vengo siempre solo y tú serás la primera.
Sus palabras ahondaron en lo más profundo de mi mente como témpanos de hielo. ¿A ninguna?, ¿No decía Joan que allí llevaba a todas las chicas con las que quería tener sexo?
—Y seguro que eso es lo que le dices a todas —contesté evitando mirarle.
¿Tal vez Joan mintió?, ¿Quizá dijo eso solo por hacerme daño en el caso de que me llevase? Si era incierto que allí solía ir con las chicas que conocía, era improbable que me llevase a mi y por tanto, la advertencia de Joan me parecía infundada.
Escuché la carcajada de Nicola sin que la velocidad del coche se viera afectada, era evidente que el camino lo conocía muy bien. Esperé creyendo que admitiría su mentira, que le había pillado y de ese modo confesaría.
—Tal vez tengas un concepto erróneo de las chicas con las que he salido, Andrea. En realidad no es así y aunque lo fuera, tú eres la primera que llevo a este lugar.
Ahora me sentía verdaderamente confusa y con la duda fehaciente sobre quien había dicho la verdad.
Mi instinto me llevaba creer a Nicola, él siempre había sido sincero conmigo, siempre me había dicho la verdad desde un principio, incluso había confiado en mí revelándome su secreto con Verónica cuando podría hacerle mucho daño si se lo contaba a Joan. En cambio, el inútil de mi hermano haría cualquier cosa para fastidiarme, incluyendo aquella mentira sobre Nicola que sabría que surtiría precisamente el efecto que ahora tenía; sembrar la duda respecto a él.
¡Era obvio quien mentía!
Y aún así era incapaz de quitármelo de la cabeza.
En cuanto atravesó el bosquejo y llegó a la pequeña explanada, detuvo el coche. Las luces de la ciudad brillaban tan espléndidas como la vez anterior, no existía la magia de la primera vez que las vi, pero sin lugar a duda el sitio seguía siendo espectacular.
—Es precioso —confesé sin mentir bajando del vehículo.
—Lo sé —oí que dijo unos segundos más tarde comprobando que se había acercado a mi.