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Durante toda la hora de clase en la que solo nos dedicamos a calentar y hacer estiramientos debido al desentreno total de todo el verano sin asistir, no dejaba de pensar si de verdad necesitaba un cambio de look como Vanessa afirmaba

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Durante toda la hora de clase en la que solo nos dedicamos a calentar y hacer estiramientos debido al desentreno total de todo el verano sin asistir, no dejaba de pensar si de verdad necesitaba un cambio de look como Vanessa afirmaba.

No estaba muy convencida de que se pudiera sacar mucho potencial de mi misma, también debía admitir que aunque me había convencido de que iba a llamar la atención de Verdini solo para mortificar al subnormal de turno que vivía en mi casa, lo cierto es que era realista si admitía que fuera a lograrlo.

Nicola es uno de esos tíos que siempre tiene a su lado a las chicas más populares del instituto

«Como el estúpido de Joan»

Por algo ambos era amigos, de hecho; mejores amigos. Solo que Verdini era como el príncipe azul del cuento y Baker la rana zarrapastrosa criada en el barro. Incluso así Baker quedaba en buen lugar y todo teniendo en cuenta que me parecía la escoria de la escoria.

«¿He dicho ya cuánto le odio?» Por si no había quedado claro...

—Podemos ir el viernes al salir de clase al centro comercial y así elaboramos el plan; conquista a Verdini —soltó Vanessa emocionada.

—Ni que fuera una película de misterio —gemí abochornada y dirigiéndome al aparcamiento donde tenía la esperanza de que alguna me llevase de regreso a casa.

—¡Oh vamos! —gimió Vanessa—. Es lo más interesante que nos ha pasado a ninguna de las tres desde que comenzamos el instituto. Bueno... si obviamos la carta de san Valentin que Lourdes recibió hace dos años hasta que averiguamos de quien era.

Ah si... aún recordaba su bochorno cuando la encontró en su taquilla, pero descubrimos que la había enviado el empollón de clase y toda la emoción desapareció ante aquel chico con gafas, aparato y lleno de espinillas que siempre se sentaba en primera fila.

—Solo necesito llamar la atención de Verdini para hacer creer a Joan que salgo con él, pero evidentemente no voy a salir con Nicola... eso sería como pedir que lluevan billetes de cincuenta en vez de gotas.

—Exagerada —terció Lourdes dejándose caer en el capó del coche de Vanessa—. Yo creo que si te vistieras más como Verónica y menos como tu, Nicola Verdini se interesaría por ti más de lo que ya está a juzgar por como te miraba esta mañana.

—Estoy de acuerdo con Lourdes, ¿Has pensado en cortarte un poco el pelo? Quizá así te molestaría menos llevarlo suelto.

—No estoy yo muy convencida... —dudé un instante pareciéndome todo aquello demasiado prematuro.

Seamos realistas; no soy una chica popular, soy lo contrario a popular, es decir, a la que suelen insultar para gracia de los sí populares en este caso y ni de lejos me sentarían igual de bien esos escotes y minifaldas que solía llevar Verónica, eso sin contar con que me parecían de lo más vulgar.

—No pienso enseñar las tetas. Tan desesperada no estoy —bufé cruzándome de brazos.

—Tranquila, a Verdini no le gusta la vulgaridad de Veronica... —me tranquilizó Lourdes—, pero tienes que reconocer que hasta ahora habías sido inexistente para él y gracias a esa minifalda, has dejado de serlo.

Si, en ese sentido tenía razón. Me di cuenta entonces que estaba demasiado perdida en ese sentido porque nunca había tenido la necesidad de llamar la atención de algún chico, si no fuera por mis dos amigas no sabría siquiera por donde comenzar.

—Supongo que tendré que pedirle la tarjeta a mamá para ir de compras —pensé en voz alta mordiéndome el labio...

—¡Me muero de curiosidad por ver la cara que pondrá Verdini cuando terminemos contigo! —exclamó Lourdes entusiasta.

«Yo lo único que quiero es ver como al idiota de mi hermanastro se le revuelven las tripas cuando me vuelva a ver cerca de Nicola y soy capaz de volver a ponerme esa minifalda del demonio si hace falta» medité conscientemente.

Durante el resto de la semana traté de evitar a Joan y su pandilla todo lo que pude, incluso tomamos el almuerzo en los pasillos de la planta superior para tratar de evitar los jardines, el patio o la cafetería, pero al entrar a clase casi era inevitable al menos que llegásemos antes y tuve que hacer oídos sordos a sus nada cariñosos apelativos cuando pasé por su lado.

—Dichosos los ojos que te ven zanahoria, casi había creído que me estabas evitando... —gimió Joan ante la risa de los demás en cuanto pronunció aquellas palabras.

«Vivimos en la misma casa, cretino... no es una opción que pueda ser viable para mi desgracia»

¡Que harta estaba de sus supuestas gracias con las que solo se reía él y su tropa! Aunque a su favor debía reconocer que Verdini no le reía tales gracias y que él pese a no decir nada, se mantenía callado mientras me observaba.

¿Significaría eso algo?, ¿Le molestaría que su mejor amigo me tratara de aquel modo? Fuera como fuese aquello lo descubriría pronto...

—¡Debes hacerlo! —gritó Vanessa.

Estaba sentada en aquel sillón de peluquería al que me habían convencido para entrar y dicho sea de paso también me dejé involucrar para cortarme el pelo a capas y así le daba más volumen en vez de ser insulso al punto de resultar una vaca lamida cada vez que lo dejaba suelto.

—¿Es que quieres que me llamen tomate en vez de zanahoria? —exclamé viendo la cara de la peluquera que nos observaba sin saber si proceder o no a la petición de Vanessa.

—¡Oh venga ya Andrea!, ¡Si se irá con los lavados!, ¡Solo potenciará tu color!, ¡Díselo tú Brenda! —mencionó dirigiéndose a la chica que me cortaría el pelo.

—Realmente solo es una mascarilla de color, potenciará un rojo mucho más intenso en tu cabello en lugar de ser este anaranjado pálido. No te estropeará el pelo porque no es un tinte permanente, pero si la utilizas cada vez que te lavas el pelo, el rojo permanecerá —instó la chica de lo más profesional.

—Está bien —dije cerrando los ojos y esperando que mi madre no me matara cuando me viera aparecer.

Casi se había sorprendido cuando le pedí la tarjeta de crédito para ir al centro comercial con mis amigas. Por norma general yo solía conformarme con poco ya que apenas salía y a clase solo utilizaba el uniforme, solía ir de tiendas con ella una vez por temporada para comprar lo básico y ahora ese básico se quedaba bastante anticuado.

Si era sincera, cuando vi aquel rojo mucho más intenso en mi cabello no me desagradó, al contrario; me gustó... era como una versión mejorada de mi misma y sentí que de alguna forma potenciaba mi color de ojos azul.

—Wow... —susurró Lourdes—, hasta yo quiero ese color de pelo.

«Se acabó ser zanahoria... ahora sería puro fuego»



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Andrea y sus neurasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora