5

47.2K 5.7K 939
                                    

«Solo advierto»

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

«Solo advierto»

—¡Y un huevo de pato! —grité a pesar de ser consciente que no me escucharía, menos aún con el ruido que hacía esa moto cada vez que le pisaba el acelerador.

—Chulo de mierd....—Comencé a blasfemar hasta que el claxon de un vehículo hizo que me asustara y diera un pequeño grito antes de apartarme de nuevo al lado de la acera en el que paseaba comprobando que era el cretino de Zacker.

—Si es que hasta el pedante ese hace que ni siquiera me fije por donde camino. ¡Petulante engreído de pacotilla!, ¡Arrrrggggggg como le odio!, ¡Señor haznos un favor y haz que desaparezca! —Seguí blasfemando pero esta vez en voz baja.

—¿Hablando sola Campbell? —Aquella voz me sacó de mis propios pensamientos. Ni tan siquiera me había dado cuenta de que el deportivo blanco de Nicola Verdini estaba prácticamente a mi lado.

¿Es que hoy todos los idiotas del mundo se iban a detener a mi paso? Aunque de todos ellos, quizá Verdini era el menos grave.

—Quizá... —dije no pudiendo negar la evidencia.

—¿Por qué vas andando a casa?, ¿No tienes coche?

¿Son imaginaciones mías o Nicola Verdini estaba dándome conversación?

«Bah... quizá solo quiere reírse a mi costa porque soy la única pringada del instituto que no tiene medio de transporte»

—Mi medio de transporte tuvo un cambio de planes, pero no pasa nada... me gusta caminar —alegué en mi defensa evitando decir que no tenía coche.

¿A quien quería engañar? Tardaría una hora en volver andando a casa... por mucho que me gustase caminar, era una imbecilidad decir que volvía por gusto.

—¡Venga sube! Te llevo a casa.

¿Me he limpiado bien los oídos de cera esta mañana o he sufrido una insolación en los quince minutos que llevaba andando? Desde luego cualquier cosa sería más oportuna que el hecho de que Nicola Verdini me ofreciera subir a su deportivo descapotable.

—Esto... —comencé a decir dudando y mirando hacia todas partes, porque no estaba segura de que me hubiera dicho que subiera a su coche o más bien eran imaginaciones propias por mi deseo a que alguien me llevase a casa.

—A menos que quieras que te de una insolación, sube.

«Vale. No han sido imaginaciones mías»

Antes de hacer más el idiota, di la vuelta al vehículo para entrar por la puerta del copiloto y me subí al coche del flamante Nicola Verdini

¡Oh dios!, ¡Oh dios!, ¡Cuando mañana se lo cuente a mis amigas no se lo van a creer!

—Gracias —dije en cuanto me coloqué el cinturón y por primera vez me sentí casi una diva.

Andrea y sus neurasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora