Aquel día no cambiaba nada para todos los que nos miraban entrar por las grandes puertas del instituto Fairmont, pero era diferente para Nicola y para mi porque habíamos dejado de fingir. Eso debía hacerme feliz, irradiar un aura llena de absoluta alegría y sin embargo tenía mis músculos en tensión porque no sabía qué esperar de aquella relación, ni cuál sería el siguiente paso de mi jodido hermanastro para hacerla añicos solo por fastidiarme la vida.
Como cada mañana el pequeño grupo de amigos de Nicola hacía un pequeño círculo junto a las taquillas que ocupaban el pasillo. Pude divisar que entre ellos estaba Joan y también Verónica que puso cara de fastidio al vernos como le hubiéramos amargado el día —peor para ella por no haber jugado bien sus cartas cuando pudo hacerlo—, vi la mirada de Joan al vernos llegar, simplemente rodó sus ojos hacia Verdini y después se marchó sin despedirse de nadie, simplemente se dio la vuelta y comenzó a caminar a pesar de que aún no había sonado la campana de inicio de clases.
Su forma de actuar me inquietó, ¿Podría ser cierto que me dejaría en paz?, ¿Por una vez en su vida habría dicho la verdad? No. Seguramente solo se trataba de hacerme creer que sí, pero más tarde o más temprano él volvería a sus jueguecitos clásicos.
Durante la mañana no dejaba de pensar en lo sucedido, aunque prefería desecharlo y centrarme en el espléndido fin de semana que me aguardaba junto a mi recién estrenado novio.
—Andrea, Lourdes y yo vamos a ir este fin de semana a ver la última película de Liam Hemsworth, ¿Vienes con nosotras verdad? —preguntó Vanessa dando por hecho que las acompañaría para ver al guapísimo Liam en la gran pantalla.
Daba igual que peli fuera, si era un bodrio o digna de un Óscar, cualquiera merecería la pena solo con ver a ese tremendo bombón en acción a escala gigantesca.
—No creo que pueda, le prometí a Nicola que iríamos a la feria del puerto este fin de semana —contesté encogiéndome de hombros y ellas sonrieron con cierta complicidad.
—Él y tu ya... —comenzó a decir mientras hacía gestos con los dedos y rodé los ojos interpretando lo que trataba de decir.
—¡Vanessa! —exclamé atónita.
—Vale. Eso quiere decir que no —soltó con una risita y luego miró a Lourdes—, pero nos contarás todos los detalles cuando ocurra, ¿Verdad? —añadió—. Serías una malísima amiga si no lo hicieras.
¿Sería capaz de contarle todos los detalles de algo así si es que algún día sucedía? Solo de pensarlo me avergonzaba yo misma.
—Si algún día sucede, quizá o os lo cuente... ¡Pero mientras tanto callaos que nos van a echar de clase!
Durante el almuerzo pude notar la evidente falta de presencia de Joan, ¿Dónde estaba? Él jamás se ausentaba de aquella mesa y sin embargo no había ni rastro de él en todo el comedor. Nadie dijo nada, daban por hecho que si no estaba era porque tendría algo mejor que hacer que estar allí o tal vez es que había dado el motivo de su ausencia. Desde luego no iba a preguntar por ello, sino que debía estar feliz de que no estuviera.
Su actitud lejos de tranquilizarme me inquietaba y al mismo tiempo me recriminaba a mi misma permitir que ello me afectara. No quise prestar demasiada atención, quizá solo fuera una casualidad o precisamente actuaba para hacerme creer que cumplía su palabra.
«No creas que eres el centro del mundo, Andrea»
Era más probable que tuviera algo que hacer que el hecho de actuar así por mi.
Tras cambiarme el uniforme por un pantalón ajustado en tono claro y una camisa blanca que había acompañado con un jersey burdeos, Nicola y yo decidimos almorzar en el centro comercial, concretamos ir el sábado por la tarde a la feria del puerto y cenar por allí en alguno de los puestos. El domingo pasaríamos la mañana en la playa y después iríamos al cine como plan tranquilo antes de regresar a casa.
—Ahora que hemos planificado nuestro fin de semana, deberíamos ir pensando en nuestra escapada a la montaña. ¿Recuerdas que te dije que todos los años íbamos antes de navidad?
Como olvidarlo, se suponía que en esa fecha íbamos a fingir que él y yo nos habíamos acostado.
—Si —afirmé—. Lo recuerdo...
—Vendrás conmigo, ¿Verdad? La casa tiene unas vistas espectaculares a la montaña y probablemente habrá nevado un poco por esas fechas, incluso tenemos una sauna y piscina de agua caliente, te encantará.
—¿Cuántas habitaciones tiene la casa? —pregunté no sabiendo si ahora que estábamos juntos se suponía que debía compartir la cama con él.
—Más de diez —contestó—. Tranquila, cada uno tiene su habitación y lo que decida hacer por la noche es cosa suya.
Aquello hizo que me calmara, no quería tener presión, aunque la idea de estar en la misma cama que Nicola podría ser tentadora, todavía no estaba preparada para ello y menos aún sabiendo lo que él sentía por Verónica.
—Seguro que me encantará —sonreí decidida.
¿Qué podría perder? Además, sería la perfecta oportunidad para hacerles creer a todos, en especial a Joan, que mi virginidad se había esfumado como la nieve en primavera.
«Incluso podría ser real que la perdiera» me dije observando aquel rostro mediterráneo de piel bronceada y ojos verdes de infarto.
¿Por qué no? Nicola era el perfecto adonis griego que cualquier chica desearía para su primera vez.
Aún quedaba un mes para eso, tenía tiempo más que suficiente para saber como avanzaba mi relación con Nicola y si realmente yo le gustaba lo suficiente para que olvidase a Verónica.
Pasamos la tarde por el centro comercial paseando tranquilamente agarrados de la mano mientras hacíamos algunas compras. Tomamos un café en uno de los lugares más chic de la ciudad mientras que Nicola no dejaba de hablar de la casa de la montaña, su familia italiana e incluso decir que ambos deberíamos viajar a Italia antes de que acabara el curso.
Eso me hizo recordar algo que hasta el momento no había tenido presente, cuando Nicola finalizara el curso se iría a la Universidad de Milan y probablemente allí acabase toda relación posible.
¿Cómo iba a competir con las bellísimas italianas que habría en su ciudad? Si no tenía conocimiento de una relación normal, menos aún de una que pudiera sobrevivir a miles de kilómetros de distancia.
«Andrea empiezas mal. Aún no se ha ido y ya estás pensando en cuando lo hará. ¡Maldita sea vive el presente y no el futuro de una maldita vez»
¡Y si Nicola Verdini era el hombre de mi vida?, ¿Y si dentro de dos años decidía irme a Milán junto a él?
Apreté aún más fuerte su mano y sonreí. No sabía si él estaría o no en mi futuro, pero estaba claro que lo estaba en mi presente.
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Andrea y sus neuras
Teen FictionCuando la locura se convierte en un arma poderosa. ** Andrea es divertida, espontánea y un poquito neurótica, "solo un poco, eh". Sus amigas son geniales...