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En cuanto mis palabras tomaron voz propia, percibí la intensidad con la que aprisionaba mi boca, demandando que correspondiera al fulgor de sus labios conforme me alzaba entre sus brazos y sentía que mis pies abandonaban el suelo

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En cuanto mis palabras tomaron voz propia, percibí la intensidad con la que aprisionaba mi boca, demandando que correspondiera al fulgor de sus labios conforme me alzaba entre sus brazos y sentía que mis pies abandonaban el suelo.

Me agarré a él con firmeza sintiendo que era lo que tenía que hacer, necesitando la seguridad que me proporcionaba su cuerpo en aquel instante. No sabía qué estaba haciendo. No sabía a donde me llevaría aquello, pero no podía seguir negando lo que él me hacía sentir con aquellos besos. Lo había rechazado hasta ahora alegando mi inexperiencia con otros chicos, creyendo que solo era la consecuencia por no conocer lo que realmente debía sentir.

No podía negar que mi cuerpo temblaba, que por alguna razón inexplicable anhelaba aquellos labios aunque me los hubiera prohibido hasta ahora.

Sentí como me dejaba caer suavemente sobre una superficie blanda, por un instante no supe donde estábamos, hasta que descubrí que era la habitación de Joan, estaba tumbada en su cama y su cuerpo se inclinaba sobre el mío conforme me acariciaba.

No sabía que debía esperar de aquello, ni siquiera sabía que quería o que era lo que hacía mi cuerpo, solo era consciente de que me estaba dejando llevar por el momento y que algo en mi interior me empujaba a desearlo con más ímpetu que nunca. Era como si hubiera dejado de tener voluntad propia para guiarme por los impulsos de mi cuerpo, por una sensación de calor que nacía en mi estómago y se expandía hacia todo mi ser al completo.

Sentía como sus labios se entrelazaban con los míos en un juego de emociones a flor de piel, percibí el calor que emanaba su cuerpo al mismo tiempo que su lengua se unía con la mía forzándome a bailar en su mismo compás. Percibía la complicidad, la absoluta perfección en cada uno de sus besos provocándome un estremecimiento infernal.

Sus manos comenzaron a recorrer la piel de mi cintura desnuda bajo la sudadera que llevaba puesta. Podía sentir el calor que me producían. En cualquier otra circunstancia le habría detenido, simplemente había frenado todo aquello, pero en esos momentos lo único cierto era que no deseaba que lo hiciera, sino que necesitaba averiguar que era lo que él lograba provocar en mi cuerpo.

Sentí como se apartaba suavemente y la prenda superior de mi chándal desapareció en un segundo dejando a la vista el sujetador de encaje que me había puesto esa noche para sorprender a Nicola. ¿Cómo había podido dar aquel giro radical la noche?

Durante unos segundos vi como me observaba, era como si estuviera estudiándome detenidamente, haciendo que sintiera vergüenza por su forma de mirarme. Por un momento creí que se reiría de mi, la parte más vulnerable de mi ser creyó que todo formaba parte de una burla, pero antes de que mis manos se cruzaran para taparme, él agarró mis muñecas evitando que lo hiciera..

—He pasado demasiado tiempo deseando este momento, quiero grabarlo en mi mente y poder recordarlo siempre —dijo rozando su nariz con mi mejilla en un acto de cercanía.

Sus labios fueron descendiendo por mi cuello lentamente, consiguiendo arrancarme gemidos de emoción ante la vibrante sensación de su cuerpo junto al mío. No era capaz de pensar en nada más que no fuera la sensación que me producían su lengua recorriendo la piel de mi cuerpo.

Aquellas manos eran posesivas, descendiendo de mis brazos para acariciar mi vientre desnudo y deslizarse bajo el pantalón deportivo hasta apretar fuertemente mis nalgas conforme me pegaba hacia su entrepierna.

Podía percibir que estaba duro, tan duro como una piedra y eso lejos de cohibirme provocaba una excitación irracional que no lograba gestionar teniendo en cuenta el odio que se suponía que le profesaba. ¿Por qué me sentía atraída por él?, ¿Por qué lograba provocar aquello en mi cuerpo sin control? Quería más. Deseaba más. Y por alguna razón incomprensible no podía frenar aquellas sensaciones.

Tal vez era la adrenalina por lo sucedido esa noche, quizá fuera la decepción de Nicola lo que me provocaba descubrir hasta qué punto me sentía atraída por Joan, pero de un modo u otro lo necesitaba, mi cuerpo pedía a gritos ser colmada por sus labios y descubrir hasta donde llegaba esa excitación que una vez inició en el bosque y que con tanto ahínco había deseado desechar de mis pensamientos.

Los labios de Joan llegaron hasta mi pecho y pude percibir sus dientes sobre la fina tela de encaje y transparencia que los cubrían. Resultaba embriagador y fascinante al mismo tiempo, Acaricié su cabello negro conforme mi cuerpo se arqueaba instintivamente hacia él. Era consciente de que lo anhelaba y por más vergüenza que debería sentir, lo cierto es que no me importaba.

Le deseaba.

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Andrea y sus neurasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora