Capítulo 42: No tendría que...

16 6 10
                                    

No la había visto así de afectada desde que murió mi papá, creí que ella jamás volvería a beber de esa forma tan desmedida en la que lo ha hecho, mucho menos esperaba a que yo volviera a ser testigo de cómo se desmorona pieza por pieza ni a sufrir que me lleve a mí por delante de su desgracia.

— ¿Qué haces aquí? —Inquiere con el ceño fruncido viéndome como si fuera un bicho raro que ha osado posarse sobre su costoso vestido.

—Vengo a ¿dormir?... —Es lo único coherente que se formula en mi cabeza. Avanzo lentamente y el tufo a alcohol no tarda en penetrar con brutalidad mis fosas nasales.

—Pero ¿por qué viniste? —Grita en mi dirección.

—Anne, aquí vivo —espeto de vuelta. Mi corazón da un vuelco en el proceso y las piernas comienzan a traicionarme. Temo desplomarme en cualquier instante.

—Te pedí que no vinieras en... —su voz se le quiebra y lo último no logro terminar de entenderlo pero pongo mis pocas neuronas a trabajar para descifrarlo. Me lo pidió por medio de un ¿mensaje?

Lanzo mi mochila al suelo y me pongo sobre cuclillas para poder buscar mi teléfono. Entre todas mis cosas no logro encontrarlo por lo que termino volcando al suelo todo el contenido de mi mochila.

En medio del reguero, me cuesta otro esfuerzo buscarlo. Una vez lo tengo en mis manos, me dispongo a localizar ese mensaje del que creo que habla.

Tengo dos llamadas perdidas de ella y tres mensajes:

"Sal con alguna de tus amigas."

"Por favor, no vengas."

"Dejame hoy la casa para mí."

— ¿Por qué no querías que viniera? —Inquiero al mismo tiempo que dejo caer el peso de mi cuerpo en el suelo.

—No podía permitir que me vieras así —apenas y logro entender lo que dice, su tono de voz es antigutural, la vacilación y el temblor la fragmentan en pedacitos—. Vete, por favor —ordena trémula—. No quiero que me veas así.

Está instalada en el suelo justo en medio de la sala, tiene la espalda apoyada en uno de los sillones y sus brazos rodean sus piernas. La vestimenta que lleva se basa en un jeans ajustado y una camisa semi formal; hay un saco tirado a unos centímetros de ella, el cual de seguro hace unos instantes llevaba puesto, con una botella vacía de vodka desplomada encima.

En un rápido movimiento escaneo el lugar, hay dos latas de cerveza sobre la mesa de centro que sin duda están vacías, al lado contrario de Anne logro vislumbrar una botella de Coñac de la que ha ingerido una buena proporción y otra de Ginebra London Gin que gracias a Dios la desquiciada de mi madre aún no ha destapado.

— ¿Todo ese alcohol te has metido? No tendrías que estar bebiendo —la cuestiono con algo más allá del asco haciendo mella en mi interior.

—La botella de vodka estaba abajo de la mitad cuando la tomé —hipea fuertemente.

Al siguiente segundo sostiene su cabeza como si esta fuera a desprenderse de su cuello si deja de ahuecarla entre sus palmas. Su cuerpo se convulsiona queriendo sacar toda esa porquería que ha consumido pero la sucia se traga su propio vómito.

El corazón me da un vuelco en mi pecho, los ojos se me empapan de lágrimas y el dolor de ver a mi propia madre en esas condiciones se mezclan con la repulsa. Una vez le pasa el mareo se inclina a tomar la botella de Ginebra London Gin, presa de mi impulso me lanzo por la botella con más anticipación que ella.

—No —chilla antes de intentar arrebatármela. Aún borracha tiene más fuerzas que yo, incapaz de sostenerle la lucha me le voy encima con todo mi peso, en el proceso la ginebra se nos resbala; intento ir por ella pero tira de mi larga cabellera hacia atrás con tanta fuerza que siento me va a arrancar cada uno de mis cabellos.

¿Lo intentamos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora