Capítulo 18: No entiendo.

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Abro los ojos y lo primero que invade mi campo de visión es un fuerte resplandor que me ciega por lo que siento una eternidad, no soy consciente de cuánto tiempo pasa antes de que me atreva de nuevo a abrir los ojos, menos consciente soy de dónde estoy. Cierto atisbo de preocupación perfora mi corazón.

El resplandor que entra por lo que asumo es una ventana a medio abrir, me vuelve a cegar, esta vez por unos instantes; antes de poder enfocar bien, unas esferas de luz aparecen, danzan a donde quiera que veo y se ocultan luego de parpadear una y otra vez.

No reconozco el techo de cielo falso. Menos las paredes cafés claro que me rodean, mucho menos reconozco los muebles de un café más oscuro que rodean la cama en la que estoy. En una de las paredes hay una enorme ventana con la cortina abajo, no obstante, un pedazo descubierto deja que la luz del sol se filtre y dé de lleno en la almohada en la que estoy.

O más bien estaba, me reincorporo en una postura sentada y sabanas de color perla me envuelven, la curiosidad y cierta preocupación me invaden ante el hecho de estar en una habitan que no reconozco, una cama que no es la mía... Por otro lado siento cierto alivio a no ver a ninguna mujer a mi lado.

Inspecciono bajo la sabana, y no es hasta entonces que me doy cuenta que estoy completamente desnudo. Además de eso, como si no fuera suficiente, logro divisar unas gruesas pantorrillas, dos tonos más oscuros que mi piel. Mis ojos barren la extensión de esas pantorrillas hasta que llegan a unos muslos gruesos y carnosos, veo un poco más arriba y diviso el trasero muy bien proporcionado de la chica cubierta por las sábanas, centímetros más arriba soy capaz de ver una melena acaramelada...

No necesito ver por más tiempo ni un poco más, bajo las sábanas y escondo a la chica de mi vista. La alarma retumba en mi interior, la culpa me hace mella y un profundo asco por mi persona se apodera de mi interior al solo pensar que es Ginger la que está ahí en la cama, tendida a mi lado.

"No pudiste ser tan perro con una dulce niñita"

Murmura una voz insidiosa en mi mente: "Acabas de cogerte a una de tus estudiantes, te van a despedir y hasta en la cárcel vas a terminar... Entonces, tu papá siempre va a haber tenido razón... Le demostrarás que eres un fracasado bueno para nada con cara bonita"

Miedo, enojo, frustración... Repulsión hacia mi acto, todo se agolpan en mi interior, duele mucho y escuece hasta mis tétanos. Miles de escenarios caóticos se apoderan de mi mente y siento el corazón ralentizar su marcha para reanudarla a un ritmo al borde del colapso. En la agonía de salirme de la cama decido hacerlo del lado contrario a donde se encuentra Ginger, en el acto tropiezo con algo que sorpresivamente se encuentra en mi camino; intento detener mi caída o siquiera suavizar el impacto de lleno con el suelo, pero no soy siquiera capaz de agarrarme de algo más firme que de una de las sábanas, la cual arrastro conmigo al suelo. Quedo maniatado en la misma, peleo contra ella sin hallar salida de su cobertura.

— ¡Ay! Estúpido —me insulta una voz femenina, no obstante en este momento el insulto es lo último que me importa.

Apresurado comienzo a buscar la salida de la sabana, no es hasta que un milagro se ampara de mí que lo logro.

A la orilla de la cama una mujer tiene guindado su brazo, sus dedos casi tocan el suelo, su cuerpo desnudo, me tensa más rápido de lo que me gustaría, y me distrae por unos, casi eternos, segundos hasta que con, un titánico, esfuerzo me enfoco en lo que realidad importa.

Esa mujer que veo desde el suelo tendida en la cama no es la misma que vi inicialmente, empezando por su negro cabello que es lo que me da la seguridad de afirmarlo.

¿Lo intentamos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora