Prólogo.

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—Vamos pedazo de mierda —dice Finn, uno de mis amigos en un tono bastante alegre—

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—Vamos pedazo de mierda —dice Finn, uno de mis amigos en un tono bastante alegre—. Vas a seguirla llorando.

—No —respondo de mala gana, con el corazón hecho girones y el orgullo en pedazos—. Simplemente no quiero salir. ¿Entiendes? Dentro de poco tenemos los últimos exámenes, no quiero tener que hacer un período extraordinario.

—Te metemos en un convento de cura también... —sugiere otro de los imbéciles que tengo por amigos—. Digo, para que le guardes amor eterno a Morgan ¿Vale?

—Te dejó... ¿Entiendes? Te boto, Morgan...

—Te puedes callar —escupo furibundo, cuadrado de hombros, amenazante.

Soy el más grande, en todos los sentidos, de los cuatro y saben lo volátil que soy; más de una vez nos hemos caído a golpes entre nosotros, algunas veces por estupideces y otras por razones más válidas.

—Antonio ya —habla otro por primera vez. Enreda sus brazos alrededor de mis hombros y casi queda guindando de mí—. Somos tus amigos, ya no queremos verte deprimido por una tipa que te dio una patada en el culo.

—Venga, vamos a divertirnos un poco...

— ¡Fiesta!, ¡Fiesta!, ¡Fiesta!... —empiezan a gritar los tres.

—No seas un crío, venga a joder por ahí...

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"Mi mamá es la que tiene que cuidar de mí, no yo de ella"

— ¿Savannah? —La oigo gritar. Arrastra las palabras como si fuera un niño que aprende a hablar—. ¿En dónde te has metido, niña?

Con cada palabra que pronuncia me hace saber que está más cerca de la cocina, que está a punto de atraparme.

Yo apresurada, me empeño en acabar antes que ella llegue.

— ¿Qué estás haciendo, chiquilla estúpida? —Veo sobre mi hombro, está hecha un desastre en el umbral de la puerta.

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Fiesta tras fiesta.

Una noche en casa de un amigo, otra en una discoteca y la siguiente en la cama de una desconocida.

Desenfreno y descontrol.

Pasión y libertinaje.

Drogas y alcohol.

Jóvenes inmaduros, sin camino, sin dirección...

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— ¿Qué no estás viendo? —Digo como si no fuera evidente que estoy vaciando, en el lavamanos de la cocina, todas las botellas de alcohol que me encontré en la casa.

—Eres una estúpida —grita empujándome lejos del lavamanos y aún más lejos de las botellas, ya vacías.

—Acabas de botar mucho dinero —grita viendo con atención el lavamanos, como si eso le fuese a devolver todo ese maldito licor.

¿Lo intentamos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora