Capítulo 34: La Alumna.

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¿Qué rayos hace aquí Antonio del brazo con Margot?

¡Es que si puedo llegar a ser idiota!, ¿qué va a andar haciendo él con ella? ¡Juntos, por Dios bendito! ¡Estos dos están teniendo algo! No importa qué en específico pero sí es seguro que tienen "algo".

Me río a carcajadas, este es un valioso material inédito que usaré para molestarlo hasta el cansancio. No tenía ni la menor idea de sus gustos femeninos pero ¡caer tan bajo con Margot!, ¿enserio ha tenido los huevos de meterse con ella?

Odiosa, vengativa, manipuladora, inescrupulosa...

La misma maldita desgraciada que no ha dejado escapar ni una jodida oportunidad para hacerme miserable en el instituto.

¡Qué Dios lo ampare y lo tenga en su santa gloria! Porque de sus garras no sale vivo.

Saco el teléfono para tomarles unas fotos, para mi fortuna capturo la fotografía en el mismo instante en que ella lo besa; acto siguiente le murmura algo en su oído y lo deja ahí, plantado. Yo no dejara a un bizcochito como ese expuesto ante tanto público femenino más allá de lo dispuesto a darle todo tipo de su atención.

En el camino de Margot esta mi humanidad, en menos de lo que canta un gallo hago mil maniobras para mezclarme entre la multitud y desaparecer sin ser descubierta por ella. No quiero que me vea pues tengo el presentimiento que todo puede terminar muy mal si lo hace.

En mi misión de escape llego a la barra, tomo asiento en uno de los bancos y apoyo mis codos en la alargada mesa que parece no tener fin ante mis ojos. A lo largo de toda la barra se encuentran tres bartenders, o al menos esos son los que alcanzo a contar desde donde me encuentro, haciendo diversas piruetas para preparar los tragos a sus clientes.

Frente a mí en una tarima descansan cuidadosamente organizadas diversidad de botellas, muchos colores, tamaños, formas y sabores siento que me llaman, me incitan a probarlos. Leo todas las etiquetas que alcanzo a distinguir, las observo a cada una como lo más entretenido que ha podido capturar mi atención.

— ¿Tomas algo nena? —Pregunta uno de los bartenders que de pronto aparece en mi campo de visión. Es alto, moreno, muy delgado para mi gusto pero esa fina capa de bello en su barbilla y su cabello perfectamente estilizado lo hace ver masculino, llamativo ante mis ojos.

En los suyos usa lentes de contacto que hacen ver sus ojos igual a los de los gatos, la pupila es un ovalo alargado de color negro, la iris de un fuerte y chillante color amarillo moteado de verde; obviamente es para llamar la atención, la mía ha caído redondita en la trampa.

— ¡Hola gatito! —Le doy la mejor de mis sonrisas, en el proceso muerdo mi labio inferior sintiéndome todavía más embelesada con su presencia.

—Espero que te gusten los gatos porque tengo algunos en mi departamento —una carcajada brota de lo profundo de mi garganta. No ha tenido pelos en la lengua para invitarme, no sé si sentirme asustada o aceptar; de todos modos este tipo me gusta más que el que me saco a bailar, así que no sería del todo un sacrificio pasar la noche en su cama.

Imita mi postura, sus codos se apoyan en la mesa y queda a centímetros de mi boca. Su nariz rosa con la mía, incluso soy capaz de sentir el calor emanado de su cara, su respiración rebotando en mi rostro—: Soy más de perros, aunque un lindo gatito también puede ser de mi agrado —me inclino un poco más sobre mi eje, mis labios rosan los suyos a propósito pero me aseguro de no besarlo.

Él por el contrario sede ante mis provocaciones, se lanza sin delicadeza uniendo nuestras bocas. La intensidad del beso esta por tomar un tinte demasiado salvaje cuando rompe en el contacto bruscamente; se yergue sobre su eje observando en todas las direcciones, quizá asegurándose que no venga con nadie, lo imito segura que ni siquiera mis acompañantes femeninas estarán cerca. Una vez analizado el terreno deposita un suave beso cerca de las comisuras de mis labios.

¿Lo intentamos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora