Capítulo 8: Esto.

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El idiota de Harry está sentado en las gradas cercanas a una puerta corrediza, con un gesto de supremacía absoluta.

Un instinto neandertal, nada civilizado; exige cualquier provocación para darle de golpes.

Por otro lado, me ordeno mantenerme sereno.

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Estoy aterrada hasta los huesos, ambos se miran como si estuvieran a punto de matarse con la mirada.

Me siento como en una pelea de dos grandes. Y yo, en la primera fila, disfrutando del espectáculo que estos dos están preparados para darme.

— ¿Qué hace este imbécil aquí? —Espeta Harry. Sé acerca con un puño hecho y con la otra mano señalándolo—. ¿Qué mierda tienes con él?

—Muy mi problema... Si tengo algo con Antonio. Vete.

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No puedo evitar sentirme un poco aturdido... Medio confundido. Esto no es lo que me esperaba como argumento refutatorio.

¿Le dijo que teníamos algo?

¿Qué tenemos?

— ¿Es tu nuevo novio? —Pregunta acercándose a mí.

Tomo a Savannah de la muñeca y tiro de ella; más que a una orden, lo sentí a una súplica; a la que ella respondió a la perfección, se colocó justo donde yo me siento seguro teniéndola.

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Me tomo de la mano y me puso tras él. Más que un gesto romántico y posesivo, me supo a uno paternal y protector.

En este momento no quiero nada con Harry, creo yo que ya lloré demasiado por él cuando me dejó, ¿acaso cree que le voy a perdonar así de fácil que me haya dejado tirada todos esos meses, sin buscarme?, no hubo una llamada, ni un mensaje... NADA. No me buscó.

Así que mejor decido ser prudente y obedecer a Antonio, me quedo tras él siendo su espalda como un fuerte muro, seguro y resguardado.

—Ya te dijeron que no te quieren ver aquí. Fuera —hace un ademán con su mano de salir y lo mira a los ojos como dando lugar a que lo golpeé.

— ¿Qué te hace pensar que me iré? —gruño Harry en su dirección.

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Potente, arrasadora y demoledora irá se apoderan de todas mis acciones, ya sólo soy consciente de que deseó golpearlo; de que me muero de ganas por estamparle mi puño en ese rostro suyo.

Termino cortando la distancia que hay entre nosotros. Lo tomo de las solapas de su camisa y forcejeo con él mientras intenta soltarse de mi agarre y yo hago amago de sujetarlo más fuerte.

Mientras que yo quiero estrellarlo contra la pared, él lucha por soltarse de mí. Entre tantos forcejeos y empujones los dos terminamos casi en el suelo, yo sobre él y su cuerpo sobre las gradas; soy meramente consciente de que Savannah intenta detenerme, no obstante yo hago caso omiso a todas sus súplicas; alzo mi puño, atestando un terrible golpe en el lado izquierdo de su cara.

La rabia que en este momento siento es segadora, lo único que viene a mi mente es golpear, golpear y golpear; sin detenerme, sin darle tregua, sin dejarlo reponerse de mis ataques, sin darle la oportunidad que se defienda...

En ningún momento pienso en las consecuencias, malas repercusiones, en especial para mí, que esto puede traerme.

Siento como tiran de mi camisa hacia arriba; por sobre todas las cosas sé que es Savannah. Intenta alejarme de este muchacho, grita que lo deje, que ya no lo golpeé más; creo que he magullado su rostro como unas dos veces y estoy seguro que una tercera no vendría nada bien hacia mi persona, pues lo destrozaría completamente.

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No puedo creer la gráfica frente a mí. Antonio ha molido a golpes a Harry; jamás pensé que fuera a ser tan fácil, pero parece como un niño asustado. Y yo como una loca histérica suplicando que ya deje de golpearlo. Harry no aguantaría ni un solo golpe más.

Como por arte de magia Antonio se levanta de sobre el muchacho tendido en las gradas. Se aleja de él, peina su cabello y como si nada le grita—: No vengas a molestar o una denuncia por invasión a propiedad privada y acoso a una menor, será levantada en tu contra.

Por el momento estoy segura de que Antonio es bipolar, hace unos segundos estaba decidido a matar a golpes a Harry y ahora luce como la persona más serena del planeta, no hay vestigios ni siquiera de que haya estado molesto hace unos instantes.

El cambio de ánimo es totalmente radical. La sorpresa me invade, al igual que el miedo. No quiero ni pensar que podrían haberse matado a golpes. Esto se está saliendo de control.

El idiota de mi ex novio, al parecer se pasa de pendejo. No duda ningún momento en levantarse y tratar de conectar su puño con el rostro de Antonio.

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Me siento como un idiota; estoy tirado en el suelo luchando contra el mareo provocado por el puñetazo que acabo de recibir en la cara. Me duele el rostro, siento pisoteado mi orgullo. Algo dentro de mí grita a toda voz que me levante, que deje de verme tan lastimado, como de seguro me estoy viendo.

No estoy muy consciente de mí alrededor; no obstante creo que Savannah le está gritando cosas ininteligibles, por mi oído, a Harry.

Él suelta una risotada, lo que acrecentá mi enojo. Me digo a mí mismo que dejaré de jugar y esta vez sí le voy a dar su merecido.

Con la ira haciéndome estragos en la capacidad de pensar y razonar, me levanto de un impulso, lo busco y lo golpeo hasta que mis nudillos duelen.

—Odio cuando los hombres se comportan como unos idiotas neandertales —suelto un resuello, cuando lo oigo quejarse con los cuidados médicos que impongo con un algodón empapado en alcohol.

—Le di su merecido —dice con orgullo, como que si fuera la mejor maravilla del mundo.

—Te partió la ceja, tienes la mejilla hinchada, ese ojo se te pondrá morado, tu labio... —en listo todos los males causados por los puños de Harry—. De milagro no te quebró algún hueso.

—Te golpeó —escupe con criminal veneno, mientras me aparta—. No pases por alto eso.

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Me repugna que ella lo esté defendiendo, aun cuando no puedo apartar la visión de él empujándola con gran fuerza y ella impactando con su trasero de lleno en el suelo. Todo por golpearme a mí.

Herví en furia, cuando la vi tirada en el suelo, con los ojos llorosos; me levanté y sólo pensaba en golpearlo, no lograba ver más allá de mi FURIA, que gritaba que lo golpeará... Que lo masacrara a golpes.

No tengo ni la más remota idea de cómo fue que Harry accedió a irse, ni cómo yo terminé sentado en esta silla con Savannah limpiando la herida que gotea del corte de mi ceja.

No es que haya querido golpearme a mí... —lo defiende—. Me empujó, caí al suelo... —sigue hablando pero ya no sé qué está diciendo.

Me siento tan enojado, tan indignado, que ni siquiera me molesto en prestar la más mínima atención a las palabras que salen de su boca a borbotones.

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Niega en un imparable frenesí. Sé que no quiere oírme, sé que le molesta lo que le estoy diciendo, estoy segura que cree que estoy defendiendo a Harry, cuando NO es así.

—Piensa —suplico encarecidamente—. ¿Qué va a pasar mañana, cuando tú llegues al colegio con el ojo amoratado, la ceja partida, el labio reventado...? ¿Qué va a pasar cuando el director Wilson te vea así? Te vas a meter en un problema; va a ser aún peor para ti y tarde o temprano para mí.

—De camino a casa pudieron intentar asaltarme. Me negué a entregar mis cosas... Y me golpearon. Así de sencillo como lo estás oyendo —la autosuficiencia en su voz me contagia, me hace creer que esa mentira hasta podría funcionar.

—No funcionará —digo, porque la mayor parte de mí está segura de eso—. Es la peor mentira que se te pudo haber ocurrido.

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