Capítulo 22: Me niego a aceptarlo.

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— ¿Qué quieres? —Le digo de mala gana a Harry. Está parado al umbral de la puerta y yo plantada enfrente negándome a dejarlo pasar.

— ¡Amargada! —Chilla molesto, sin embargo, sé que está entretenido con mi actitud tan borde y cortante.

—Mi mamá no está —digo porque es cierto—. ¿Qué no te dijo que iría de viaje por un nuevo negocio de la empresa?

Su alegría previa se esfuma, sus facciones se deforman en una emoción que no logro reconocer; vuelve a ver a un lado y por un momento parece estar apunto de asesinar a alguien de lo enojado que pasó a estar de un segundo a otro—: Sí, me lo dijo —se encoge de hombros, frunce los labios y vuelve a verme. Busca alguna mentira para decirme pero como no la encuentra, así que suelta la verdad—. Ya se me hizo costumbre venir todos los fines de semana... —suelta un largo suspiro, su mirada se torna vacía y la pierde en algún punto de mi rostro—. Sé que odias estar sola, vine a hacerte compañía.

Susurra por lo bajo. Vuelve a verme y no podría descifrar el significado de sus gestos. No está nervioso pero tampoco luce cómodo. Odio estar sola, por otro lado, se siente incorrecto dejarlo pasar.

—No es tu obligación —murmuro lo único que se me ocurre en el momento, no es mi intención sonar grosera y espero no haberlo hecho.

Suelta un pequeña risilla al mismo tiempo que me empuja dentro de la casa. 

— ¿Tienes hambre? —Se concede una confianza enorme y deambula por la sala lanzando su chaqueta por uno de los sillones, acto siguiente, se interna en la cocina. Yo me quedo congelada en la entrada con la puerta cerrada tras mio—. ¿Tienes algo que no sea deatetico o vegetariano? —Grita desde la cocina.

No le contesto hasta que estoy en el umbral de la entrada de la cocina viendo como se sirve de mi yogur en un  vaso enorme, hasta llenarlo al tope—: Mi mamá se ha hecho muy precavida con mi dieta.

—Es cierto, tienes que cuidarte —medita. Le da un sorbo a su vaso y la parte superior de su boca le queda de un rosado tierno, río divertida mientras que él se apresura a limpiarse con su lengua y los restos que ya no puede con la mano—. ¿Quieres comer algo que no sea para conejos?

—Tengo mucho de no comer hamburguesa —respondo mordiéndome los labios, sabedora de lo que vamos a hacer esta mal pero importándome demasiado poco.

—Bien, llamaré para que nos vengan a dejar la comida.

—Tú pagas todo —le ordeno sin ningún tipo de vergüenza. 

Se cruza de brazos, arquea una ceja y niega con la cabeza divertido—: ¿No te da pena?

—Sabes bien, que mi mamá no me deja ni un quinto, aunque quiera no podría. Y si no quieres pagarlo todo, pues no compres nada. 

Estoy enojada, es ridícula mi actitud y no entiendo por qué estoy tan emotiva, pero no me soporto ni yo misma, por obvias razones no quiero tener que soportarlo a él que no es nada mio.

No quiero verle la jodida cara al maldito que esta ocupando el puesto de mi papá. Me niego a aceptarlo. 

Llego a mi habitación, me lanzó a la cama y tomo mi celular.

"El Profe"

Las letras brillan en la pantalla segundos después de estar perdiendo el tiempo en mis redes sociales. Ni siquiera me lo pienso, respondo maravillada.

—Profesor Blanc —canturroneo un poco—, a qué milagro le debo su llamada.

—Eres una desgracia para la humanidad, Holmes.

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