Capítulo 28: ¿Qué podía estar bien?

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—Estás loca, mamá —le grito a toda potencia. Tan fuerte que siento mi garganta desgarrarse en el proceso, tan alto que no dudo que los vecinos hayan escuchado.

—Escucha lo que tengo que decir antes de juzgar.

— ¿El qué quiere que escuche? Que lo amas. ¿Me estas pidiendo que no juzgue que una mujer de tu edad esta con apenas un muchacho que de milagro ha salido de los pañales?

No me doy cuenta de la magnitud del escándalo que estoy armando, lo que a mi madre le resulta un drama innecesario, no obstante ya sea porque mi mente es demasiado corta o muy pequeña, no me cabe el "cómo" en esta jodida humanidad y tomando en cuenta la enorme cantidad de gente a la que mi madre conoce me viene a decir que se va a casar con el imbécil de mi ex novio.

—Sé que es un poco apresurado...

— ¿Apresurado? —la remedo indignada—. Es algo estúpido —condeno sin darle la oportunidad de seguir con esas ridiculeces que llama explicaciones.

Me siento en el sillón más grande porque siento que mis delgadas piernas ya no tienen la fuerza de mantenerme en pie, apoyo la cabeza en mis manos puesto que todo a mi alrededor está dando vueltas y nada de lo que estoy viviendo en el aquí y en él ahora me parece real.

Mi madre sigue hablando pero ya no soy consciente de lo que dice, no soy consciente de nada que no sea la ausencia de aire en mis pulmones, el dolor en mi pecho y las enormes ganas de gritarle que tengo.

—Si tanto te ama —empiezo con toda la intención de sonar venenosa—. ¿Por qué no es él quien me está diciendo todo este circo? O me vas a decir que es la madre distraída la que se encarga de la hija rebelde.

—Necesitaba ser yo quien te lo dijera —noto que se instala frente a mí, así que decido mirarla fijamente gritándole con el silencio que la detesto a ella y a su absurda decisión—, quería que te enterases de mi boca...

Se sienta al lado mío con la intención de acariciar mi hombro pero yo no me encuentro interesada en su sentir su tacto sobre mi cuerpo así que me levanto lo más rápido que mi aletargado cuerpo me lo permite.

— ¿Sabes qué necesito yo? Ser lo más importante en tu vida y no estar siempre en segundo lugar.

—Siempre has sido mi prioridad.

Lágrimas pesadas y calientes me salen por los ojos hasta rodar por mis mejillas ante aquello que veo como la más grande mentira que han podido decirme. Peor a que si esas palabras hubieses sido la peor ofensa de la que sido víctima.

— ¿¡Tu prioridad?! —Inquiero sólo para cerciorarme de que he escuchado bien y no otra sarta de idioteces como las que esta empecinada en decirme.

—Cosas de las que no tienes ni idea he hecho por ti... —lo dice como con dolor, peor a que si se arrepintiese de todo eso que según ella ha hecho por mí—. Te suplico que aceptes mi decisión y me apoyes, es lo único...

—Muy mi madre puedes ser pero vete a la mierda.

Dicho eso me levanto con el objetivo de largarme.

— ¿A dónde crees que vas? —Me toma por la muñeca y me detiene en mi huida justo después de tomar el pomo de la puerta y antes de poder abrirla—. No tienes permiso de salir de noche.

—En primera no te estoy pidiendo permiso —espeto con el ceño fruncido y a punto de perder los estribos—. En segunda no necesito tu permiso.

Con todo el imperio que poseo me deshago de su agarre de sobre mi muñeca y salgo como animal salvaje huyendo lejos de sus captores. Oigo un grito a mis espaldas que me llena de furia, furia que se convierte en fuerza; corro igual a un caballo despotricado, corro lejos de casa sin que me importe que ya sea muy entrada la noche y sin ni siquiera reparar en el hecho de que no tengo ni un sólo lugar al cual ir.

¿Lo intentamos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora