Capítulo 27: Nada esta bien...

25 10 1
                                    

Hola.

Hola, Harry —le dice plantada en la puerta obstruyendo la entrada.

Ambos se quedan congelados, perdidos en la eternidad de los segundos, sumergidos en la pasión del momento, atados a los deseos de la carne.

— ¿Me dejas pasar? —Pide con su voz ronca y varonil en un tono seguro y demandante.

—Tienes suerte —empieza apartándose de la entrada. Harry aprovecha y pasa adelante sin dudarlo—, Savannah me contó que se quedó con una de sus amigas.

—Sí, lo sé. Esta con April.

— ¿Cómo lo sabes? —Inquiere a mitad de la sala.

—Fui a dejarla al instituto y también iba a ir a traerla pero me llamó para informarme que se iría con April y Alba.

— ¿No pudiste con la madre que buscas la revancha con la hija, otra vez?

—Que te jodan.

— ¿Disculpa? —Espeta con aires de superioridad.

—Lo que oíste —sisea parado en el borde de la calma a punto de caer en el precipicio de la furia—, desgraciada insegura. Que te den por donde...

Una palma fuerte, segura y certera dio en el blanco, una pálida mejilla de un desprevenido dueño.

—Aprende a respetar, chiquillo — espeta Anne con ese aire repleto de poder y autoridad.

Harry, siendo incapaz de ver más allá de su enojo pasa de largo a Anne y sale hecho una furia de la casa.

—No te vayas —le ordena ella pero él ni siquiera se inmuta ante su petición. Continúa su camino a la puerta hasta que la azota con violencia y sale a la calle ignorando descaradamente las órdenes de quedarse de su mujer—. ¡Harry! —Le grita a todo pulmón instalada en el umbral de la puerta viéndolo apunto de subirse a su auto.

— ¿Qué putas quieres? —Grita aún más fuerte sin ninguna contemplación ante el hecho de que ya es muy entrada la noche, los vecinos duermen y el silencio reina.

—Entra.

—No eres mi madre para obedecerte.

—Tengo edad para serlo... Así que entra.

—Jodete, Anne.

—Entra —repite seca, fría... Amenazante, con toda la autoridad que puede imprimir en su tono.

— ¿Para qué? Para que sigas creyendo lo que tú quieres y no la verdad que yo te digo.

Anne, encendida en rabia trota hasta donde está el automóvil de Harry y de un sólo movimiento lo empuja con ímpetu, acto siguiente azota la puerta del coche, en el proceso está truena con estrépito.

—Si yo te digo algo, tú me obedeces —lo señala con su dedo índice, mientras que él se queda ido. Debatiéndose entre obedecerle y entrar o empujarla e irse, no alcanza a decidir qué hacer gracias a la pequeña interrupción y enorme inconveniente que lo saca de sus cavilaciones devolviéndolo a la realidad.

—Disculpe señora —los alumbra un policía con su pequeña pero potente lámpara. Anne se ve obligada a abrir y cerrar los ojos uno y otra vez para acostumbrarse a la cegadora luz que le da de lleno en la cara.

Harry, en un instinto sobreprotector, se coloca frente ella cubriéndola por completo, con su propio cuerpo—: ¿Quién es usted? —Inquiere cuadrado de hombros sin poder ver al sujeto detrás de la luz.

¿Lo intentamos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora