Capítulo 33: El Profe.

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Luego de unas clases más, nos toca la de ciencias naturales y medio ambiente. Aun no entiendo por qué demonios seguimos teniendo esa materia, lo vería como una total pérdida de tiempo sino fuera por quién la imparte.

Antonio Maradiaga.

Una jodida tentación. De igual forma lo espero paciente mientras dibujo.

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Cuando entro todos se ponen en pie y me saludan, tal como me gusta. Aún entre tanta gente logro ver a Savannah con la cabeza hundida en un cuaderno y un lápiz en la mano, está dibujando. No sé por qué pero siempre que lo hace me da una tremenda curiosidad por saber que tanto traza ese cuaderno, que estoy seguro es el de mi materia.

Uno de los que está cercano a ella le informe de mi presencia en el salón y como el desastre que es toda ella, no logra levantarse sin hacer un tiradero de colores en el suelo.

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¡Carajo!

Primero no me doy cuenta que Watson ya está en el aula y luego se me olvida el estuche en mis piernas; en cuanto me pongo de pie el estuche se me cae y todos los colores, lápices, plumones y mi único borrador se desparraman en el suelo.

Una palabrota se me escapa en voz alta y ruego al cielo que Antonio no me haya oído. Todo el mundo sigue de pie observando la escena, por el rabillo del ojo lo veo instalado a unos metros de mí con los brazos cruzados; yo, por otro lado, levanto del suelo cada uno de los colores como si vida dependiera de la rapidez en que lo logre.

De la nada una mano aparece en mi campo de visión ayudándome a recoger los que aún siguen en el suelo. Tardo otros segundos en darme cuenta que es Antonio y otros más nos demoramos para que todas mis herramientas de dibujo estén devuelta en mi estuche.

— ¡Gracias! —Chillo por lo bajo regresando a mi lugar a sentarme.

Me doy cuenta que soy la única y pretendo ponerme de pie como todos cuando Antonio los dejar sentarse, entonces termino de poner mi peso.

—Se les agradece haber ayudado a la señorita Holmes.

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Les digo burlón a los de la primera fila por no haber movido ni un triste dedo para ayudarle.

Ginger, quien está prácticamente al lado de Savannah rueda los ojos al cielo y la molestia que sienta, menos no me importar—. ¿Están listos para el examen? —Inquiero sin verlos mientras acomodo todas mis cosas en el escritorio.

Las quejas no se hacen esperar, unos chillan molestos y otros ruegan porque lo aplace unos días más argumentando no haber tenido tiempo para estudiar. Me tomo unos minutos escuchándolos. En el proceso escaneo el lugar en busca de la señorita Howland.

La localizo en las últimas filas, está aquí; por lo que Savannah me dijo estaba seguro que no la vería en clase hoy, por otro lado, me siento orgulloso de ella por hacer acto de presencia pese a lo mal que evidentemente esta. Sus ojos enormes y azules están rojos e irritados, sus mejillas y nariz están del color de un tomate. Perdida en su mundo no parece interesada en su alrededor.

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De vuelta en mi asiento le presto demasiada atención a Antonio, sus ojos están concentrados en April, la observa con una mezcla de satisfacción y pena, pero es tan confuso que no me atrevo a apostar lo que en realidad le pasa por la cabeza en estos instantes.

Señorita Howland —la llama y casi todos, incluyéndome, volvemos a verla atentos—. ¿Le gustaría abrir una pequeña tanda de preguntas?

Asiente. Por un segundo, breve y fugaz, sus ojos chocan con los mío. Me duele ver esa melancolía en ellos, odio a las culpables y me siento impotente por no poder quitar de ella esos sentimientos.

¿Lo intentamos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora