Capítulo 17: ¡Al carajo!

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Camino. Camino y camino por las calles plagadas de casas medio lujosas, las aceras decoradas con algunos árboles de lindas formas y uno o dos vecinos, que jamás había visto, pasean con sus perros.

Trato de mantener la mente en blanco y trato, con aún más fuerza, de procesar el hecho de que mi mamá, sin lugar a duda, está con un hombre en nuestra propia casa. Desde que murió mi papá, di por sentado que la vida amorosa de mi mamá estaba muerta también. Me fue aún más fácil asumirlo cuando en los años subsiguientes mi mamá no dio señales de estar interesada en ningún hombre.

Ahora, el verla así o más bien el saberla con otro tipo que no sea mi papá me descoloca demasiado, pone mi mundo de cabeza y no puedo evitar intoxicar mi corazón con el sentimiento de la traición. Me siento traicionada, siento que ha engañado a mi papá y me ha llevado a mí de encuentro.

Sé que mi padre lleva demasiado tiempo muerto y también sé que mi mamá es muy joven. Es natural que quiera —necesite— tener un hombre al lado. Hacerme a la idea me resulta bastante molesto e incómodo, ni con mis diecisiete años de edad me es fácil asimilarlo. Creo que toda yo esperaba que mi mamá hiciera como una especie de votos de castidad y le fuera fiel a la memoria de mi padre; sé que fui una ilusa al siquiera llegar a contemplar la idea pero no me parecía tan descabellada hasta hace unos momentos.

Decido que necesito un descanso y quiero sentarme en mi lugar más próximo, la parada de autobuses que está a dos calles de donde yo me encuentro se ve tentativa para mis pies cansados. Continúo mi andar despreocupado, aparentemente, hasta que arribo a mi destino.

Cuando llego no hay nadie, conforme pasa el tiempo se va llenando de gente, avanzan los minutos y cada una de esas personas se sube al autobús que los llevara a su destino final, veo a algunos subirse y a otros bajarse del transporte público, incluso observo caminar a algunos más de la cuenta hasta que desaparecen. El pequeño techo del lugar nos cubre del sol, ya casi no queda nadie, solo está una mujer, un perro más delgado y huesudo que las modelos de las revistas famosas y yo.

Con un gesto de mano llamo al perro y este me mira con ojos de piedad. Se siente el miedo en sus ojos y soy consciente del hambre que éste animal ha pasado cuando reparó en el pellejo que se pega a sus costillas y de lo huesuda que se ve su cola. El animal está sucio y de seguro hambriento, lo continúo llamando y no me pasa desapercibido el pavor en su mirada de seguro cree que le haré daño como todas las personas que han pisoteado su vida.

—Ven, hermoso.

El animalito comienza mover su cola y me arranca una sonrisa que me enamora hasta los tetanos—: Ven, por favor.

Suplico y el perro obedece, en su camino a mí rosa a la mujer que también está en la parada. Ella suelta un resuello y el asco deforma su rostro de una forma incomprensible.

—Sarnoso —dice al mismo tiempo que asienta una patada al vientre del animal. El perro suelta un alarido que me hace encogerme del dolor y la pena.

—Vieja estúpida —grito con la furia haciendo mella en mi interior, la rabia que se propaga en mis venas me hace jirones el corazón y el llanto del perro, que aun retumba, me taladra hasta la médula.

—Ese animal está sucio, qué al caso no lo ves. De seguro que tiene sarna.

—Las personas como vos dan asco —la trato de tú al no ver la razón para tratarla con respeto—, no tienes ningún derecho a maltratar a los animales. Ellos también sienten y tienen más sentimientos que nosotros mismos.

— ¿Cómo te atreves a compararme con un animalejo?

— ¿Ya te viste? —Le digo molesta reparando en su vestimenta, a leguas se nota que no es de estas colonias, donde las casas valen un par de millones y el alquiler miles. Tiene una camisa bastante desteñida y una falda gastada, al igual que sus zapatos—. Seguramente eres una sirvienta de cuarta...

¿Lo intentamos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora