Capítulo 20: Ve el lado positivo...

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Al final de cuentas fue idea de Ginger el que terminaramos de venir a la cafetería. Estamos sentados uno frente al otro al lado de una enorme ventana de cristal, se puede ver la acera, la calle e incluso el otro lado de la misma plagada con diversos locales atiborrados de gente, muy a pesar del clima; está un poco nublado y cada vez se pone más oscuro, la lluvia no se ha dado a desear. Pesadas y constantes gotas manchan el cristal y dan un toque lúgubre al lugar.

Llevamos un largo rato en silencio, yo no le he quitado los ojos de encima por el contrario de ella que prácticamente no me ha visto, ni siquiera cuando me agradeció por el chocolate que le invité

El silencio es extrañamente agradable, no siento la necesidad de llenar el vacío o tener que decir algo para evitar el momento incómodo... Creo que su compañía es mejor que un bálsamo para mis alterados nervios.

— ¿Has estado en rehabilitación?

Su pregunta me toma por sorpresa, sigue sin verme y la teoría de que todo ese silencio de debía a una recaudación de valentía para preguntarme aquello se hace lógica.

—Sí —le confieso en un susurro entrecortado—. Algunos meses... —suelto atragantándome en el proceso.

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El tiempo que he pasado en el oscuro vacío de la inconsciencia me es desconocido, tengo seca la boca y siento un nudo en la garganta. No obstante, las palabras de mi madre aún hacen eco en mi mente... Aún hacen mella en mi interior.

— ¿Mamá? —Mi voz suena ajena a mis oídos, igual a si hablara en un túnel sin eco pero con un profundo vacío—. ¿Enserio te casaste con mi papá por interés? —Por extraño que parezca no sueno enojada ni le estoy reclamando.

Sólo sueno sorprendida, confundida.

— ¡Santo Dios! —Chilla mi mamá corriendo a mí. Acaricia mi pelo murmurando palabras, estoy segura de agradecimiento, ininteligibles para mis aletargados oídos.

—Me desmalle, ¿verdad? —Automáticamente sus mejillas se bañan de lagrimas. Intenta hablar pero el nudo en su garganta le atranca las palabras antes de siquiera decir algo entendible.

—Te dio un maldito paro cardíaco —habla Harry, lágrimas manchan sus ojos de plata y aunque la voz se le escucha débil se esfuerza por hablar con naturalidad—. Pinche cabrona nos diste un jodido susto. ¿Qué mierda te estás metiendo en la puta sangre...?

No puedo creer que hasta en el hospital este peleando conmigo... A caso no puede portarse como la gente normal, que se preocupa por sus enfermos y no los regaña.

—Pendejo —espeto sin que me importe que este mi mamá al frente mio—. No me estoy metiendo ninguna porquería en la jodida sangre.

—Te dio un pinche paro cardíaco y tienes diecisiete años... ¡Maldita sea! —Me grita exasperado; mi enojo aumenta y mi pulso lo atestigua con un pitido emitido por una máquina extraña.

—Maldito cabron, te estás metiendo con mi mamá —escupo molesta. Mi madre aprieta mi mano y por primera vez me doy cuenta que una especie de cartucho está alrededor de mi dedo índice, es por eso que pitó la máquina.

—Callense los dos... —nos reprende mi mamá. Harry enmudece de inmediato y yo me atraganto con el millón de preguntas, acusaciones, reclamos e insultos que tengo para espetar—. Savannah al parecer anoche no te dormiste sino que te desmallaste —empieza mi mamá con un extraño dejé angustiado—. Hoy en la mañana, gritaste horrible... —la voz se le quiebra más que antes y las lágrimas comienzan a rodar por sus mejillas.

¿Lo intentamos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora