Capitulo 4: ¿Por Qué?

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Luego de que deje al pobre profe en las garras de la señorita Margot, me regresé a mi casa.

Está haciendo un poco de frío, el moño ya se me deshizo, tome una foto y un vídeo cortito como evidencia; se los mostraré mañana.

Mi cabello está libre de su atadura, revoloteando de un lado a otro por la suave brisa. Me siento satisfecha porque el cabello se me soltó de esa tortura llamada MOÑO, hecha por Antonio Maradiaga.

Camino a paso lento y relajado, por las aceras de regreso a mi casa. Mañana es miércoles y pretendo buscarme un perro, será lo primero que buscaré hacer.

Mi teléfono comienza a sonar dentro de uno de mis bolsillos y doy un brinco nervioso cuando siento las vibraciones contra mi pierna.

— ¿Hola?, ¿quién habla?

— ¡Muchas gracias amiga! —El tono de la voz de Alba me taladra el tímpano cuando me grita esas palabras, que resultan criminales para mi oído—. Te esperamos en la cafetería y nunca apareciste.

La culpa estalla en mi sistema. Maldigo en mis adentros y parezco loca al retorcerme como gusano, en plena luz pública. Una mujer pasa y me mira como lo que cree que soy: UNA LOCA.

—Lo siento... —musito avergonzada—. Perdón... Sé me olvidó... Vengan para mí casa —digo sinceramente arrepentida por dejarlas olvidadas.

— ¡No! —dice April tajante—. ¿Estuvo tan buena la charla con ese profesor, que te olvidaste de nosotras?

—No... April tu deberías de estar convenciendo a Alba, para que se vengan a mi casa... —no logro terminar, cuando me doy cuenta que ya han terminado la llamada.

¡Me colgaron!

Le grito al teléfono, como si tuviera la culpa.

Me he detenido en mi camino. Estoy sorprendida que hasta April me haya tratado así. Ella es la más suave y calmada de las tres; en resumidas cuentas April es la que cae mejor por su tierna y amigable forma de ser.

Estoy a punto de ahogarme en un vaso de arrepentimiento y disculpas hacia mis amigas. Pero unos brazos que se enredan en mi cuello y otros en mi cintura me sacan de ese hoyo antes de que me sumerja en él.

Estoy a la defensiva tratando de sacar mi cuerpo de su agarré cuando reconozco la vos de una—: ¿Qué crees que hice?, ¿Ah? —April, me tranquiliza que sean ellas y no un par de ladrones—, luego de que sufriéramos tu abandono. Me preocupe... Buscamos al profesor y nos dijo que ya te habías ido. Entonces decidimos venir a tu casa. Seguras de que algo malo te había pasado. ¿Estás bien? —Dice preocupada.

Me encanta tener unas amigas que se preocupen tanto por mí. Me siento completa con ellas. Más que amigas desde el preescolar, son mis ¡HERMANAS!—. Estoy bien, gracias.

— ¡Tonta! —Escupe April—. Nos has asustado un montón.

Sonrió y las tres nos encaminamos hasta la casa.

Las preguntas de qué pasó con el profe no se hicieron esperar; omití nuestro jugueteó con mi cabello y solo les conté sus preguntas de la carta y de Harry. No les quise contar de nuestro acercamiento, porque de seguro las voy a tener sobre mí molestando día y noche con el tema, además no son muy buenas disimulando, estoy segura que me meterán en aprietos, colocándome en una posición incómoda con él, diciendo que me gusta o algo por el estilo.

Así que no. Por mí bien NO les conté de eso.

— ¡Ah! —Expresa April, procesando lo que les he dicho—. Y te compramos tu café.

Lo tomó entre mis manos y siento el vaso casi vacío. No logro evitar mostrarme dolida—: ¿Te lo has venido tomando? —Acuso y una tímida risita tira de las comisuras de sus labios.

¿Lo intentamos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora