Capítulo 30: Es una locura.

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Luego de aquella extraña plática con mi madre ambas nos quedamos un largo rato sentadas en las escaleras en un sepulcral silencio.

Las ganas de contarle todo sobre Alophonse eran incontenibles aún más cuando me preguntó que si tenía novio o qué rayos era lo que tuve.

No supe qué demonios decirle.

No porque no quisiera sino porque en verdad no lo sabía. Alphonse y yo jamás le pusimos un título a nuestra relación y si mi mamá nunca me lo hubiese preguntado creo que nunca hubiese sido una necesidad hacerlo. Al final no se mostró tan insistente como temía, dejo pasar el asunto con una facilidad asombrosa, todo después de haberle contado ahogándome en lagrimas que de una forma extraña y dolorosa, por sobre todo, él mismo le había puesto fin; creo que eso le dio tranquilidad a mi mamá.

Tampoco quise ahondar en la edad. Creo que asumió que era un chico de mi edad y cómo no me lo preguntó, simplemente deje que lo creyera.

Cada una sumergida en su dolor, perdidas en nuestras propias lamentaciones nos hicimos compañía en sepulcral silencio. Cuando su llanto se asemejaba en una lluvia torrencial yo la abrazaba y la sostenía como si la vida se me fuera en ello. Cuando yo me ahogaba en las lágrimas era su turno de aferrarse a mí como si sus brazos fueran lo único capaz de sostenerme en este mundo, en la realidad que vivimos.

Gimoteaba palabras incoherentes y al final de esa diarrea verbal que tuvo, logré entender que todas esas palabras no eran más que disculpas... El sentido que le di a esa palabrería fue que se disculpaba por ser una mamá distraída y se arrepentía aún más de no saber ser cómo la mamá que todo niño necesitaba.

Después de todo no me quedo más que darle la razón a Harry, no era más que una estúpida niñata egoísta. Mi mamá era verdaderamente feliz con él. Más dichosa de lo que nunca pudo ser con mi padre. Seguramente, si Harry la recibe hoy, va a ser muy afortunada.

De todos modos no va a dejar de ser mi mamá, de ninguna forma. Y creo que no fue hasta ayer que logré entender eso.

Si Anne Holmes, mi mamá, es feliz con Harry Davis, mi idiota exnovio, pues que lo sea; yo jamás dejaré de ser su hija y cuando Harry parta de su vida, si es que un día lo hace, yo estaré para mi mamá de forma incondicional.

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Después de conducir tres horas para llegar a la universidad Westfall General Center, donde Harry estudiaba, una verdadera lucha comenzó.

Tenía que averiguar dónde quedaba su edificio y más específicamente el apartamento en el que se quedaba.

El campus era enorme y sus tacones de quince centímetros no ayudaban mucho, menos ese vestido manga larga, que a pesar de ser de tela muy delgada, sin contar que era corto, la sofocaba del calor.

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El que me casi me implorara el poder ir en su búsqueda me conmovió; no me sentí con el derecho de negarselo. Mucho menos sentí el dolor al concederselo.

Francamente estoy poniendo todo mi empeño en mantener una actitud neutral. Puesto que la idea no me termina de encantar tampoco me resulta tan repulsiva como antes.

Para cuando llego al instituto ando más que desorientada... Toda mi atención se pierde en mis cavilaciones, más específicamente, en el millón de escenarios que han pasado por mi mente.

En uno mi mamá gimotea porque Harry no la recibió.

En la mayoría ya han pasado años y Harry se ha aburrido de mi madre. Esta en sus años de vejez llora hasta su deceso el abandono de su amor.

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