Capítulo 9: No Funcionará.

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Es tan terca, tan pesimista, que en verdad abruma.

Me levanto de la silla y dejo de verla desde abajo, para verla desde arriba.

Nunca me han gustado las mujeres bajitas, me molesta tener que encorvarme para poder besarlas, al tanto de un tiempo me duele mi espalda, por torcerla de esa manera tan exagerada y poco natural sólo por alcanzarlas. Por eso siempre he preferido las altas.

Sin embargo con esta... con Savannah es diferente. Me gusta que sea pequeña, en comparación a mi porte. Me fascina que su cabecita me llegue apenas a mi pecho.

Su cabeza esta alzada para verme a los ojos, yo me permito pavonearme ante ella, al estirarme otro poco y lucir más alto. La miro con la cabeza baja perdiéndome en sus ojos, me encanta que se vean tan negros.

El enojo merma considerablemente, ya no me siento tan molesto como antes. Ahora sólo conservo el vestigio de una rabia irracional. El enorme deseo que tenía por estrellar mi puño contra la cara de Harry, se convirtió en uno incontenible por estampar mis labios en los de Savannah.

No pienso con la suficiente cordura, cuando la tomo por el cuello y elimino todo el espacio entre nosotros.

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Creo que deje de respirar desde que se puso de pie y no hacía más que mirarme. Con una mezcla de amargura, coquetería, socarronería y un poco de... ¿lascivia?

Me mantiene en mi lugar con una mano en mi cuello y la otra en mi cintura. Sin ningún tipo de espacio entre los dos; mis senos están pegados a su pecho, él luce perfectamente consciente. Parece a punto de besarme... Pero no se mueve.

Muy a pesar de que todo en mi grita que me le abalance y sea yo quien lo bese; me quedo en mi sitio sin mover un músculo, sin siquiera moverme para respirar...

—Me irrita... En serio que me enoja... —su ceño está fruncido, y a la vez está riendo—. No me gusta que seas tan pesimista.

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Una gran risotada, brota de su garganta y me la contagia. Por un breve segundo hace puños la tela que cubre mi pecho; dejo de sentirla tan rígida entre mis brazos, ahora toda ella luce más relajada con mi cercanía. Ríe a todo pulmón y yo la imito.

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Mi vientre se aprieta, cuando sus manos se pasean por mi espalda. Para nada lo siento un gesto atrevido, pues no llega a mi espalda baja, de hecho no baja de mi cintura.

Admito que me gusta estar así. Que lo veo guapísimo aún con todas esas heridas en su rostro. No me quiero imaginar cómo lucen las que no puedo ver por su ropa.

Creo que en ninguno de los dos queda vestigios de querer besarnos. En este momento es solo una dulce y satisfactoria cercanía. Llena que galantería y coqueteos.

— ¿Me dices lo gracioso? —me interroga con una sonrisa ladeada.

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que se ríe porque le he dicho lo mucho que me enfada verla tan negativa. Pero aun así lo pregunto.

— ¡Mmmmm! —balbucea antes de responder—. Me creerás una loca... Pues... —cierto rubor se extiende a lo largo de su rostro y una risa nerviosa amenaza por brotar de mi garganta—. Siempre había soñado con que dos hombres se pelearán por mí.

No esperaba esa tipo de confesión, menos esa respuesta. Me saca completamente de balance. Ha logrado ponerme nervioso, relativamente pocas, pero extremadamente MUY POCAS mujeres han logrado ponerme así de nervioso.

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