Capítulo 24: Quiero hablar...

66 9 3
                                    

No hay nadie conmigo. Mi cama está vacía y no quiero moverme ni un sólo milímetro del sitio en el que me he hecho un ovillo.

"Me dejo"

Repite una vocecita en mi cabeza. Los gimoteos que me embargan son tan arrolladores que tiemblo en mi lugar.

" ¿Para qué me buscaste? Si siempre la ibas a preferir a ella."

" ¿Por qué le correspondí si sabía que me haría esto? "

Conscientemente puse la pistola en mi cabeza y... Voluntariamente hale el gatillo.

No puedo ahora lamentarme de mis decisiones. De lo que yo me busqué.

No sé cuánto tiempo estoy así, recriminándome a mi misma por mis decisiones, prometiéndome tomar mejores y maldiciendo a diestra y siniestra cuando un par de brazos mojados se enredan en mi cintura medio cobijada.

Me sobresalto. Empujo con violencia a quien sea que ha osado abrazarme desde las espaldas.

— ¿Qué te pasa? Dulce, tranquila.

—Blanc —chillo ofuscada con una mano en el pecho y con unas tremendas ganas de matarlo.

— ¿Por qué estás llorando? ¿Savannah, estas bien?

—Creí que te habías ido —le grito como si no fuera obvio para él, en el proceso lo golpeo con la primera cosa que me encuentro; cosa que, para su fortuna, es una almohada que impacta de lleno con su cara.

— ¿No oíste la regadera? Me estaba bañando. Además no puedo irme sin mis zapatos y mi camisa —los señala, todo eso está en el único mueble que acompaña mi cama.

Ahora que me detengo a pensar no recuerdo nada parecido. Veo el mueble y en efecto ahí están los artefactos que me menciona. Yo no los vi antes.

¿Enserio estaban ahí en un principio?

Alphonse me ve tan confundido que se le escapa una risilla ahogada. Lo fulmino con la mirada provocando que él se abalance sobre mí y me aplaste con su peso.

—No me iría de esa forma, nunca.

—Los "nunca" se llegan.

Me mira aburrido, suspira hondo y pasa sus delgados y largos dedos por mi cabeza—: Te estoy diciendo que no me iría mientras duermes, sin darte explicaciones, ni siquiera sin tener la delicadeza de avisarte que me voy.

—Cuando me desperté —un gimoteo me deja sin aliento robándose mis palabras— la cama estaba sola —hablo a duras penas, rogando al cielo que logre entender lo que digo aún en medio de lamentos—; estaba segura que me habías dejado. En especial por lo que hablamos.

— Según tú ¿qué hablamos, o más bien, en qué quedamos?

—Que cortabas todo trato conmigo y que te quedabas con Kelly —respondo no muy segura de haber entendido bien.

—En ningún momento dije que cortaba toda especie de trato contigo. Solamente accedí a la distancia que pediste.

— ¿Qué términos involucra esa distancia?

—Una relación ética y profesional entre alumna y profesor.

— ¿Sin tratos especiales? —Pregunto con aire de inocencia pero me encargo de enfatizar mi punto al abrir mis piernas y dejarlo a él justo en el hueco que hago con ambas.

Medio ríe acomodándose tan certeramente que me hace desear revivir la noche que acabamos de tener—: Fue lo que pediste, ¿no?

No estoy segura de que haya sido lo que pedí pero tampoco creo que lo que él me ofrece sea lo que necesito o siquiera lo más saludable para ambos.

¿Lo intentamos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora