— ¿Qué fue lo que me pasó? Mejor pregúntame qué fue lo que no me ha pasado para que la respuesta sea más breve.
— ¿Vas a tu casa? —Asiente, sus ojos tristes y su rostro magullado me conmueven—. Vente conmigo, te llevo —no es una petición ni parecido lo que le hago, es más bien una orden disfrazada de súplica.
Vuelve a asentir y no suelta al condenado perro de entre sus brazos. Peleamos por unos segundos acerca del jodido perro que ella se empeña en llevarse consigo, le aseguro no llevarla a su casa en mi moto con ese animal y en respuesta a mi amenaza aprieta sus ojos en una delgada línea y comienza a caminar con el canino entre sus brazos.
Resignado a ceder ante su capricho, regreso a mi moto para ponerla en pie y prácticamente tengo que rogar a Savannah para que se monte. Cuando por fin lo hace, los tres, ella, el perro y yo, nos vamos a su casa.
—Puede tener rabia, ser muy agresivo o hacer destrozos en la casa —le aseguro caminando a su lado hacía la entrada.
—No quiero estar sola y el animal no tiene hogar, yo puedo darle un hogar y el darme compañía, nos ayudamos los dos —intento contraatacar pero me lo impide—. Por la salud de Watson no te preocupes, mañana veré si lo llevo a una veterinaria.
— ¿Watson? —Inquiero casi indignado plantado en el umbral de la entrada hacia la sala—. ¿Le vas a poner Watson al perro?
— ¿Qué tiene? —Cuestiona caminando a algún lado en específico de la casa, yo me quedo petrificado en el umbral anonadado por el panorama tan brutal que me recibe—. Él será Watsonsito y tú serás Watson —dice con la mayor tranquilidad posible, igual a que si lo que hay en la sala, eso que yo estoy viendo es solo un espejismo reservado para mí.
¿Qué mierda pasó aquí?
Ella se adentra caminando con un poco de cuidado a algún lugar en específico, al contrario de mí que me quedo embobado viendo todo a mi alrededor.
Hay vidrios rotos por todos sitios, de hecho no se me ocurre la manera de adentrarme en la casa sin que más de algún trozo se incruste en la suela de mis zapatos.
Las botellas de alcohol están de un lado a otro, alcanzo a divisar una que está partida por la mitad quedando puntas bastante peligrosas y de seguro afiladas. Se ve como si hubieran sido lanzadas por los aires o... ¿contra alguien?
— ¿Savannah? —La llamo aún en el umbral sin tener valor de adentrarme. Pero no me responde, solo intenta sonreír y una mueca amorfa aparece en su lugar.
Desastre. Es con la única palabra que se me ocurre describir todo lo que veo. Toda la sala sea ha vuelto un desastre y no me cabe duda que más sitios de la casa están en condiciones similares sino es que peores.
Me ánimo a adentrarme en la casa, tras de mí cierro la puerta con tal cuidado y sutilidad como si hacerlo de forma contraria significara derrumbar la casa.
Sillones movidos me reciben, esquivo cuantos vidrios rotos puedo, sin embargo, alcanzo a escuchar el crujir de otros bajo mi peso.
Suspiro hondo, inhalo y exhalo, una y otra vez, en el proceso mis ojos se cierran con fuerza. Me siento molesto, algo muy parecido a la rabia haciendo mella en mi interior; el enojo empañando mis sentidos y todo se me arrejunta en mi sistema al punto que mis nervios llegan al borde del colapso y no precisamente porque le quiera poner mi puto apodo por nombre al pinche perro.
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¿Lo intentamos?
Romance¿Por qué a todas se les alborotan las hormonas, cuando ven a un tipo alto, cabello café claro y ojos negros como ningunos otros, mandíbula fuerte y músculos bien marcados, con una mirada que derrite a cualquiera? Mmmm. Bueno no importa. _________ N...