Capítulo 10: En Mis Años De Estudiante.

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Fin de semana gracias a Dios.

Durante dos preciados días no tendré que verle la cara a Antonio, eso me dan una enorme TRANQUILIDAD a mi sistema nervioso.

Por otro lado, está el caso de lo que me espera el lunes. Apenas es sábado en la mañana y no dejo de pensar en el lunes. Mi orgullo, no me permite aceptar el hecho ante mí misma que tengo miedo de lo que pueda pasar. No sé por qué lo hago, a decir verdad.

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Margaret, mi mamá y Esteban, mi papá, junto con mi hermano menor Luke; vendrán a conocer la casa donde vivo. Mi mamá ya sabe cómo es, le he enviado un par de cientos de fotos y aun así ha insistido en venir. Mi hermano y mi papá son los únicos que no conocen la casa.

Estoy despierto desde las cuatro de la madrugada. Terminando de desempacar, guardando la ropa que aún tenía en las cajas, metiendo a la lavadora la ropa que he ensuciado, limpiando, arreglando el desorden que tenía en mi cuarto... Y un millón de cosas más.

Me he decidido a hacer todo esto por tres razones:
Mi papá odia el desorden. En serio que lo odia. Y por todo el caos que tenía regado por toda la casa, estoy más que seguro que me regañaría.

Segundo: Mi mamá se habría puesto a arreglar todo, con tal que mi papá no me regañara. Creo que el regaño no me importaría nada, si no estuviera seguro que mi mamá haría esto.

La última razón y la que menos me importa en cierto modo, es que me dije a mí mismo que el fin de semana haría todo lo que me faltara por hacer, para que mi mudanza estuviera completa.

En cuanto me desperté, me bañe. En este momento son las diez de la mañana y estoy empapado en sudor, tengo la camisa pegada al cuerpo por el exceso de líquido que me moja. Lo peor es que llevo como media hora diciéndome que me volveré a bañar en cuanto termine lo que estoy haciendo y en su lugar lo que hago es ponerme a hacer otra cosa.

Mi hermano llamó avisándome, que traerían comida ellos, sin embargo quiero hacer un poco de café; porque toda mi familia, a excepción de mí, disfrutan del CAFÉ. Yo prefiero el chocolate, todos y cada uno me molestan por eso, en especial mi papá.

Tengo como un par de cajas en medio de la entrada, aún no me baño, ni pongo el café... Cuando el timbre suena.

Estoy en la cocina trapeando el suelo, pues en un movimiento en falso, bote un bote de yogurt.

El timbre vuelve a sonar y me enredo en mis propios movimientos, no sé qué hacer con el trapeador, donde tirar la taza que cabo de quebrar por culpa del trapeador que se resbaló de donde lo coloque, como esconder el olor poco agradable que despido...

Suena una tercera vez el timbre y está ocasión se prolonga demasiado para mi gusto.

Todo mi cuerpo actúa por voluntad propia, camino hasta la puerta y abro; sin chequear quién toca por la mirilla, ni preguntar quién es.

— ¿Por qué no abrías? —Me regaña la primera persona que veo tras el umbral—. ¿Qué estabas haciendo? —Me mira de pies a cabeza, y luego de su exhaustivo escrutinio abre la boca para decir algo, sin embargo niega con la cabeza y en medio de un resoplido dice un inaudible "Ajá".

—Hola papá... —tiño mi tono con sarcasmo—. Buenos días, pasa a delante —digo muy a pesar de que ya pasó y empezó a inspeccionar todo. Al girarme me topo con mi hermano, quien socarrón me dice: "Apestas". Acto seguido termina por meterse, instalarse en la sala y encender la Tv. A la última que veo a mi hermosa madre quien usa unos lindos jeans azules pegado a sus delgadas piernas—: Hola mamá —digo apenado por cómo me veo y más por cómo huelo—. Me Levante temprano... Intenté arreglar —señalo a mi alrededor, probando mi punto—. Me agarró el tiempo... —le dedicó una sonrisa a manera de disculpa y ella me abraza aceptándola.

¿Lo intentamos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora