[35] Maldición o bendición

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[Vlots Black]

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[Vlots Black]

Maldición o bendición.

—Dios, Vlots... Me alegra que estés bien.

Cuando escucho la voz aliviada de Tavish, aparto con rapidez mi mano del cabello castaño de Drox, completamente avergonzada y lo miro con atención, porque se supone que yo no debo tocarlo.

El muchacho está parado en la puerta, con unos pantalones negros y una camisa verde agua que le queda bellísima, admirándonos con su habitual expresión pacífica.

Carraspeando y tratando de no lucir nerviosa, me levanto de la silla de hierro al tiempo que él camina en mi dirección luego de cerrar la puerta y le hago un gesto llevando uno de mis dedos a mis labios procurando que no hable demasiado fuerte para que no moleste a su hermano.

—Gracias —le respondo en voz baja, cogiendo mis manos frente a mi bata blanca del hospital, ruborizada por el bochorno, tanto de que me encontrara tan cerca de su hermano como de que me viese con este atuendo.

—Ven, debemos hablar —Me extiende su mano pidiéndome que la sostenga y salga con él de la habitación. Al instante la tomo—. ¿Tienes hambre? —pregunta mostrándome unas cajas de comida que trae en unas bolsas blancas en su mano y me encojo de hombros.

—Sí... Mucha, siendo honesta —exteriorizo llevando mis manos a mi panza, ahuecándola como si dentro de ella reposase un bebé.

Tavish me mira con una expresión divertida con las cejas elevadas.

—Vlots Black —Escucho que dice el señor Bowers con su tono de voz grueso cuando abre la puerta de la habitación, irrumpiendo junto a su hermana, Amabel Bowers. El ardor en mis mejillas se aviva el doble cuando noto la mujer que camina junto a ellos y al instante me paro recta, sacando mis manos de mi vientre.

—Señor Bowers —lo saludo sin atreverme a mirarlo a la cara, irguiéndome.

«Diosito, llévame ahora».

«¿Por qué dejar para mañana lo que puedes hacer hoy?».

—¿Cómo estás? —cuestiona pasando por mi lado, sentándose junto a su hijo, en la silla que unos segundos antes ocupaba y examino de forma escrupulosa casi sin disimulo a la otra mujer que se quedó parada en la puerta—. Esa es Isabel Zaitsev, la madre de esos dos.

Casi me caigo sobre mi fundillo frente a todos.

—Un placer —digo disimulando estirando mi mano hacia ella y con una sonrisa resplandeciente me devuelve el saludo. No puedo evitar fijarme en los cortos que son sus pantalones de color naranja, ni en la camiseta negra que lleva puesta con la frase "JÓDANSE" proyectada en su máxima expresión, justo en la parte donde están sus senos.

«Dios mío, esta vieja está loca».

Admiro su hermoso cabello castaño, idéntico al de Drox, que está suelto cayendo en las extremidades de su delicado cuello, sostenido hacia atrás por sus oscuros lentes de sol, dando la impresión de estar recién cortado. Sus enormes ojos azules, extrañamente preciosos, son un atractivo exacto junto a sus gestos suaves y su elegante nariz que termina justo en el lugar donde comienzan sus bonitos labios con forma de piñón, pequeños y pintados de rojo de forma sugerente.

El miedo de Drox © [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora