[Drox Bowers]
Menos miserable.
Esa pelirroja insufrible; bueno, es evidente, que las tres lo son.
Cada una es peor que la anterior, pero sólo una había logrado enloquecerme a tal punto de conseguir que hiciera lo que fuera por ella. Como permanecer de pies bajo su ventana por tiempo indefinido.
Con embeleso, la había observado moverse dentro de la cocina, maravillado en totalidad, bajo los insistentes parpadeos de la bombilla del jardín, vestida de blanco como un serafín abatido, con los hombros decaídos y dando pasos cortos, demasiado débiles, como si no tuviera más opciones que avanzar.
Vlots es de ese tipo de personas que puedes observar por horas, quieto, sin tener interés de interrumpirlo. Como aquellas piezas de arte en los museos, o las obras en las exposiciones.
Ella me ve también, pero no sale, solo finge no verme o quizás no distinguirme; pero lo entiendo, yo me lo busqué.
Posteriormente; la veo subir las escaleras, evitándome, y acto seguido, empieza a llover.
Yo no me voy.
Durante unos segundos me mantengo firme, bajo la lluvia con los puños apretados, esperando que ella decidiese contestarme —le había escrito, pero ni siquiera había leído mis mensajes; que, si bien no eran muy explicativos, eran veraces—, no obstante, ella no responde; y yo sigo aquí, esperándola.
Camino arrastrando los pies hasta el frondoso árbol desde el que la había visto aquel viernes en la mañana, pero esta vez en lugar de mirar hacia su ventana miro hacia la que se encuentra al lado, la ventana de Aeveen y me siento en su roca a admirarla.
Durante dos horas siento el agua helada caer sobre mi cuerpo, empapando mi cabello y mi chaqueta, pegándolo a mi frente; el aire sale frío de mis pulmones y mis botas se manchan con tierra húmeda, pero no me alejo de su ventana; de la de Vlots. Me quedo aquí, esperando que ella quiera verme, porque sólo con observarla sé que no dormirá.
Quiero pegarle con rocas a su ventana, obligarla a conversar conmigo; sin embargo, merezco su desprecio, así que sólo me quedo aquí, esperando.
El agua que cae del cielo se detiene por un instante y luego vuelve a caer mucho más fuerte. La escucho golpear con violencia sobre las hojas y el concreto de la calle, pero no puedo ver nada más, porque todo a mi alrededor se ha vuelto blanco por el fuerte aguacero. Los truenos y los relámpagos inundan el ambiente, retumbando como si alguien estuviera jugando boliche en las nubes.
Tampoco me voy. Miro las gotas sobre las palmas de mis manos y cuando estoy dispuesto a marcharme, a eso de las 1 de la mañana, ella abre la puerta y sale.
Por un instante creo que viene a hablar conmigo, pero no es así, ella realmente no me ve, porque estoy oculto en las sombras, así que sólo pasa frente a mí y sigue de largo; descalza, y baja las escaleras con la cabellera roja suelta en su espalda, vestida de color marfil.
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El miedo de Drox © [✔]
Teen FictionEn las sombrías calles de Dunkeld, un tranquilo pueblo donde las sombras esconden secretos y sus habitantes se aferran a la ilusión de la perfección, Vlots decide desafiar las implacables reglas y las rígidas costumbres religiosas que gobiernan cada...