[22] La SBCC

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[Drox Bowers]

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[Drox Bowers]

La SBCC.

Las uñas de los pies de Vlots habían adoptado un tono azulado, gracias al frío que emergía en la madrugada de la tierra húmeda.

Observé el guardapelo dorado colgando de su cuello, justo en el hueco entre sus senos y su vestido blanco. Imaginé que debía sentir el hierro helado contra su pecho, y me dieron ganas de tocarla.

Luego miré su cabello pelirrojo, suelto con hermosas ondas en su espalda y lo bella que se veía entre los árboles con su aura angelical.

Tomé su mano, sabiendo que podría ser la última vez que lo hiciera y una vez que sus dedos congelados por el viento se entrelazaron con los míos, no quise soltarla, menos cuando nos encontrábamos bajo su ventana, sintiendo el amargo y trágico sabor que dejaban en el paladar las despedidas, no obstante, tuve que hacerlo.

Me separé de ella con una lentitud tormentosa y la miré por unos segundos, antes de que subiera a su habitación.

—Nos vemos en una semana —Fue lo último que le dije antes de darme la vuelta y caminar en dirección a mi casa.

Seguí el camino de asfalto entre las casas pintadas de blanco y gris, hasta que vislumbré la mía, al fondo, una calle más abajo que la de Vlots, y me sorprendí demasiado cuando en las escalinatas de subir al porche divisé el cuerpo de Tavish, sentado con sus pies sobre el camino de piedras, rodeado con flores amarillas que había plantado Amabel.

—¿Dónde estabas? —me pregunta relativamente preocupado y sin poder evitarlo frunzo el ceño sobre él, extrañado.

Tavish siempre está pendiente de lo que hago, pero no tanto como para sentarse de madrugada a esperarme en el jardín.

—Por ahí —respondo sin más e intento continuar con mi camino, pasando por su hombro, pero su mano extendida contra la columna me lo impide—. ¿Qué quieres, Tavish?

—Quiero saber que no estás haciendo nada raro —suelta con expresión malhumorada—. Estoy cansado de estar todo el tiempo detrás de ti, intentando protegerte, no puedo hacerlo si no me dices nada.

—No te lo he pedido.

Mi hermano suelta un suspiro cargado de ironía.

—Y después te quejas de que nadie se preocupa por ti —Se levanta enfrentándome, con sus ojos azules, muy parecidos a los míos, llenos de una furia que no lo caracteriza—. Sí lo hacemos, pero eso no te importa.

—¿No tienes que irte en hora y media para el retiro espiritual? —cuestiono tranquilamente soltando un respiro—. Deberías estar dormido, no vigilándome.

—Lo estaría si no hubiera recibido una llamada en medio de la madrugada diciéndome que atacaron al señor Boyter —indica cruzándose de brazos, como si esperara que le diera alguna explicación—. Y también si hubiera encontrado a mi hermanito en su cama cuando fui a advertirle.

El miedo de Drox © [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora