[23] Encarcelada

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[Vlots Black]

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[Vlots Black]

Encarcelada.

El 24 de septiembre a las 6:15 de la mañana el autobús de la iglesia partió con destino a Perth.

Al primer infierno que iba a pisar en mi vida.

Poco después descubriría que ese no era el peor.

—¿Todo bien, chicas? —preguntó Tavish sentándose junto a nosotras en los asientos del centro, entre todas las personas que cotorreaban a nuestro alrededor, él era el único hombre, además del conductor y que nos hablara directamente no hizo más que sorprenderme.

—Sí, gracias... ¿y tú? —le respondió mi mejor amiga que estaba sentada del lado del pasillo. Yo, por otro lado, dirigí la mirada hacia la ventana, fijándome en los árboles que bordeaban la carretera.

—Estoy bien —Se inclinó hasta nosotras, pero yo no tenía real interés por hablar con él, así que Evaleen fue quien le prestó atención.

—Me alegro por ti.

El camino desde Dunkeld hasta Perth consistía sólo en pasto, hierba, árboles, montañas y hojas.

Se podía ver por momentos pequeños montículos en el horizonte y por la ventana podía percibir lo rápido que pasábamos los árboles que yacían a nuestros costados, luego de ruedas y ruedas, el camino pasó a convertirse en un lugar plano con un bonito pasto que parecía ser buen lugar para acampar en el verano, pero al final se quedaba en lo mismo, el color verde reinando por todas partes y la amplia y larga carretera que simulaba no tener fin.

—¿Estás bien, Vlots? —La voz de Tavish consiguió que apartara mi cara del cristal y que enfocara mis ojos los suyos.

«¿Realmente era posible que algún día fuera mi cuñado?».

Eso sólo pasaría de Drox y yo tener una relación formal, y eso se veía tan lejano, tan imposible, tan distante.

Sería increíble poder acomodarme con él sobre el césped en el jardín de la iglesia a leer un libro de fantasía con la cara apoyada contra su pecho, sintiendo los latidos de su corazón y el silbido de su respiración, mientras él absorbe el aroma de mi pelo y de mi cuello.

Sentarnos en la heladería de los Cromwell a tomarnos una malteada de chocolate mientras conversamos de todas esas cosas que aún nos faltaban por conversar, como el tipo de música que escucha o el champú que le gusta usar para lavarse el cabello en las mañanas, cuáles son sus sueños y que tan imposibles son. Sobre lo poco que le agradan las personas y lo mucho que extraña tener a su madre en casa, aunque no tenga recuerdos de ella curándole una fiebre o acompañándolo hasta que se durmiera.

Caminar cogiéndole la mano por la orilla de una calle abarrotada para no perderlo entre la aglomeración y llevarlo al cine a ver una película de terror.

El miedo de Drox © [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora