[11] Mínimamente me importas

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[Vlots Black]

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[Vlots Black]

Mínimamente me importas.

«Nos vemos en la parroquia en unos minutos, corderito. Estaré en las escaleras.

El error de tu existencia».

Esas eran las palabras que Drox había escrito para mí en la nota, invitándome a romper las normas, como se le había hecho una muy mala costumbre, a lo que obedecí sin dudar convirtiéndolo en un muy mal hábito.

Primero alejé a mi abuelo de su ritual con los cuervos y caminé con él entre los mausoleos y las tumbas, llevándolo hasta el resto de mi familia, que se había alejado un poco del grupo para recibir al anciano luego de su insolencia.

Alec y Adair estaban ambos bajo los brazos de mi padre con sus bonitos rulos pelirrojos, el primero como si estuviese a punto de dormirse y el segundo comiéndose las uñas, por otro lado, mi madre estaba a su lado cogiendo sus manos en su regazo con expresión severa.

Cuando llegamos hasta ellos la pelirroja envolvió su mano en el brazo de mi abuelo y lo regañó por haberse alejado de nosotros sólo para hablar con Drox, cuestionándole si se había vuelto loco y que si quería quedarse encerrado en la casa hasta el fin de mes.

Pero todo aquello para mi tenía poca relevancia, yo sólo quería huir.

Correr lejos del dolor.

—Me siento muy mal —le dije, y no era broma, realmente me dolía cada fibra del espíritu—. Me voy para la casa.

Mi madre me contempló en silencio confundida, yo nunca decía cosas como esas al salir, cosas como querer irme a mitad de algo.

—No —Frunció el ceño negando con la cabeza—. Es el velorio de tú mejor amiga, no te puedes ir todavía, espera que todo termine y nos vamos todos juntos.

—No —Niego con la cabeza—. En serio me siento muy mal, no soporto estar entre tanto dolor.

Sus ojos se fueron hasta la caja de madera blanca bordeada con herrería dorada donde reposaba Delaney, y pareció pensarlo por unos segundos.

—Déjala irse, Femelia —intermedió mi padre con su expresión seria—. La niña no hace más que obedecernos, al menos déjala que viva el duelo a su manera.

Mi madre pareció pensarlo.

—Si ella se va... ¿Me puedo ir también? —cuestiona Alec halando la camisa de mi papá.

Hacía más o menos tres minutos que el pastor había comenzado a orar y aun no se detenía.

—No —respondió él—. Los dos se quedan conmigo, y Adair deja de comerte las uñas —le exigió poniendo una de sus manos sobre su cabello pelirrojo—. Vete con cuidado, Vlots.

El miedo de Drox © [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora