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Me pierdo en el movimiento de Shawn, en como su mano sube y baja, en como sus dedos presionan exactamente en donde deben estar, y en como balance la otra mano agitando las cuerdas de su guitarra creando una melodía suave.

La pava silba advirtiendo que el agua esta hervida y me doy vuelta para preparar dos tazas de té.

Una vez listas salgo de la cocina y le entrego la suya a Shawn sentado en el sillón, mientras que yo tomo lugar en la silla frente a la mesa con las carpetas de Brooklynn para compensar los años anteriores y estudiar un poco. Ella se ha ido hace hora y media luego de ponerse en modo maestra conmigo, por suerte me ha explicado casi todo lo que se acuerda y ahora solo queda leer lo que queda.

Detengo el estudio cuando los ojos comienzan a pesarme y la taza de te que deje a la mitad esta frio. Veo a Shawn que sigue haciendo lo mismo desde que nos pusimos a trabajar, yo en la escuela y el en la música anotando en lo que me explico que era una partitura las notas para crear una melodía junto a la letra.

Al principio no entendía como podía simplemente plantar tantas palabras o símbolos y que eso formara una canción, pero todas las dudas se vieron patéticas al escucharlo. Todo tiene sentido, los acordes, la melodía, la letra y el sentimiento con el que demuestra que disfruta lo que hace.

—¿En qué te inspiras? —pregunto sentándome al lado de él.

Termina de anotar algo en la hoja y mira el techo pensado en la respuesta.

—En casi todo —responde— Pero las mejores canciones son sobre lo que siento.

—Como ¿cuando estás enamorado? ¿O tienes miedo?

—Comprendes —sonríe y comienza a tocar la melodía.

—Comprendo —le devuelvo la sonrisa— Debe ser genial estar frente a muchas personas que te quieren.

—Lo es, aunque lo más increíble es cómo te sientes cuando estas frente a la multitud escuchando como cantan mis canciones. —noto un brillo en su mirada.

—Debes estar acostumbrado

—Para nada —se quita la correa del cuello— Siempre estoy nervioso

—¿Temes equivocarte?

—Temo que algún día termine —dice algo melancólico.

—Oh —me muerdo el labio nerviosa.

—¿Quieres intentar?

—¿Qué cosa?

Ríe y se acerca con la guitarra, sostiene la correa y la pasa por mi cuello.

—Es fácil

—No parece —digo dudosa mientras observo la guitarra algo pesada en mis piernas.

Paso los dedos por las cuerdas y al tacto pareciera que pudiera cortarme.

—Mira, coloca los dedos aquí —con un brazo rodeándome toma mi mano izquierda acomodo dando los dedos sobre las cuerdas y luego con su otra mano desliza la púa generando un acorde— Ahora vos.

Me pasa la púa y la deslizo consiguiendo el mismo sonido.

—Bien —susurra muy cerca mío— Ahora intenta esto.

Toma mis dedos ubicándolos de diferente manera y cuando me indica deslizo la mano consiguiendo otro sonido.

—Ahora los dos. —dice.

Vuelvo a acomodar los dedos en posicion e intentando hacerlo de modo continuo balanceo la mano repitiéndolo un par de veces.

—¿Lo sigues viendo difícil? —pregunta y me tardo en responder por el susurro ronco con el que se escuchó la pregunta, o la opción de que está cerca y puedo sentir el ritmo de su respiración acelerada como la mía.

Segunda OportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora